Elon Musk admite su miedo a la IA: “He tenido pesadillas durante días”

Elon Musk suele aparecer como el hombre que se lanza a todo: coches eléctricos, cohetes reutilizables, satélites y el sueño declarado de llevarnos a Marte. Por eso llama tanto la atención cuando, lejos de la imagen de héroe sin miedo, admite algo muy distinto sobre la inteligencia artificial. Falta un detalle clave para entender por qué sus palabras han encendido tantas alarmas.

La escena ocurre el 10 de diciembre, en un pódcast presentado por Katie Miller, grabado en un entorno tranquilo pero con una conversación cargada de tensión. Musk, acostumbrado a hablar de riesgo y de exploración, se detiene esta vez en lo que le preocupa más ahora mismo: la inteligencia artificial y el papel que puede jugar en la sociedad.

En público, Musk siempre ha defendido que la inteligencia artificial, la automatización y la robótica son la base de un futuro mejor. Son el corazón de empresas como Tesla, que apuestan por fábricas automatizadas, conducción asistida y robots que trabajan sin descanso. Desde esa visión, el discurso suele sonar optimista: más producción, más eficiencia y menos tareas pesadas para las personas.

En esa conversación con Miller aparece un giro que cambia el tono. Musk reconoce que, en su cabeza, algo no encaja del todo con la velocidad a la que avanza la inteligencia artificial. Describe áreas como la investigación y la robótica como motores de progreso, pero admite que el ritmo actual es tan alto que empieza a generarle un temor difícil de ignorar.

Durante el pódcast repite una idea que lleva años defendiendo: según él, la IA y la robótica podrán proporcionar todos los bienes y servicios que cualquiera pueda desear. Es una especie de horizonte de abundancia donde las máquinas producen casi todo y las personas dejan de preocuparse por el trabajo tal y como lo conocemos. Suena a promesa poderosa y, a primera vista, muy atractiva.

La trampa está en lo que viene después. Musk introduce un matiz que no había expresado con tanta claridad: si dependiera solo de él, trataría de ralentizar el desarrollo de la inteligencia artificial. No dice que quiera frenarlo por completo, pero sí bajarle varias marchas. Y ahí aparece el choque entre el Musk visionario que construye ese futuro y el Musk que mira de reojo las posibles consecuencias.

En la charla admite algo que sorprende, sobre todo viniendo de alguien tan acostumbrado a asumir riesgos: una parte de su subconsciente teme seriamente el rumbo que puede tomar la inteligencia artificial. No habla de un miedo vago, sino de algo que se cuela en su vida diaria. Hasta tal punto llega esa inquietud que confiesa haber tenido muchas pesadillas seguidas relacionadas con la IA, noches encadenadas en las que su mente le devuelve escenarios que preferiría no ver.

Esa frase, “he tenido pesadillas con la IA muchos días seguidos”, actúa casi como un golpe en la mesa. No la dice un crítico ajeno al sector, sino alguien que está en primera línea del desarrollo de modelos, robots y sistemas avanzados. Según relata en el pódcast, el miedo no se centra en la tecnología en sí, sino en que su evolución no siga el camino que él considera deseable para la humanidad.

Cuando le preguntan qué haría si pudiera tomar la decisión final, Musk es claro: si estuviera en su mano, “ralentizaría la IA y la robótica”, aunque reconoce que en realidad no puede hacerlo. Describe la situación como una carrera que ya ha cogido tanta velocidad que resulta casi imposible pisar el freno. Y lo más llamativo es que admite que ese ritmo es demasiado rápido le guste o no.

Esa sinceridad contrasta con la imagen de empresario que siempre está empujando para ir más rápido que nadie. Musk sabe que su reflexión resulta inquietante precisamente por venir de alguien tan implicado en estas tecnologías. Él mismo lo señala: si una persona que vive de la inteligencia artificial empieza a hablar de frenar, es normal que el debate público se ponga más nervioso.

Durante la conversación introduce otro punto que suele pasar desapercibido cuando se le escucha en titulares rápidos: la diferencia entre lo que predice que sucederá y lo que desea que ocurra. Musk insiste en que mucha gente confunde sus predicciones con sus deseos personales y cree que quiere que pase todo lo que anuncia como posible escenario.

En su opinión, esa confusión genera un problema extra. Si dice que ve una probabilidad concreta de que la inteligencia artificial cambie el empleo, la política o incluso la seguridad mundial, muchos interpretan que él quiere que eso ocurra. Para evitarlo, recalca que lo que cree que va a suceder no coincide necesariamente con lo que él querría que pasase, y que ahí está una parte importante de su angustia.

Por qué asusta que Elon Musk quiera frenar la inteligencia artificial ahora

Cuando alguien sin información interna habla de miedo a la inteligencia artificial, el impacto suele ser limitado. Pero aquí la situación es distinta: Musk tiene acceso privilegiado a datos, proyectos y planes que el público no ve. Esa posición convierte sus pesadillas en algo que mucha gente interpreta como una señal anticipada de que algo serio puede torcerse.

Su experiencia construyendo coches autónomos, algoritmos de conducción y robots industriales le permite ver tanto los beneficios como los fallos. En el pódcast, aunque no entra en detalles técnicos, deja claro que no se trata solo de ciencia ficción. Según explica, el problema es la combinación de velocidad, escala global y falta de control coordinado entre países y empresas.

El contenido de la entrevista se conoce a partir de la grabación publicada el propio 10 de diciembre y de las transcripciones compartidas por el equipo del programa, lo que permite comprobar el contexto entero de sus frases. En un momento clave, Musk resume su preocupación en una sola idea: “La IA puede darnos todo, pero eso no significa que sepamos manejar ese poder”. Ahí se condensa la tensión que recorre toda la charla.

Si lo comparas con su discurso habitual sobre cohetes o coches eléctricos, se nota un tono distinto. Aquí no presume de logros ni de plazos imposibles, sino que se muestra vulnerable, algo poco frecuente en sus apariciones públicas. El artículo interpreta esta intervención como una de las veces en que Musk se abre más sobre lo que siente realmente frente a la IA, lejos de los mensajes preparados para inversores o presentaciones.

Qué puede pasar si la IA sigue este ritmo y nadie pisa el freno

A partir de aquí se abren varios escenarios, y Musk juega un papel incómodo en todos ellos. Si la carrera por la inteligencia artificial continúa a toda velocidad, las empresas que ya están invirtiendo miles de millones seguirán empujando, con más automatización, más robotización y menos margen para replantear el rumbo. Si algún gobierno decide poner límites fuertes, es probable que otros intenten aprovechar esa pausa para ganar ventaja.

Al final, lo más llamativo de esta intervención no es que Elon Musk tema la inteligencia artificial, sino que lo admita con tanta claridad. Estás ante un empresario que ha construido su imagen alrededor del riesgo y, Reconoce que ha tenido pesadillas con la IA durante muchos días seguidos y que, si pudiera, bajaría el ritmo.

Ese contraste entre el Musk que impulsa la tecnología y el Musk que teme su deriva resume muy bien el momento actual: un futuro lleno de promesas, pero también de dudas que ya ni siquiera los protagonistas pueden esconder del todo.