Filósofos y psiquiatras de Harvard debaten si la IA generativa vacía de sentido el logro personal

La inteligencia artificial generativa ha entrado en el taller de la creatividad y ha encendido un debate inesperado en Harvard: ¿qué pasa con el valor del esfuerzo personal cuando una máquina escribe, pinta o compone contigo? Te afecta aunque solo escribas correos o prepares una presentación en clase.

En Cambridge, con profesores de filosofía, ética y psiquiatría, el intercambio se centra en algo muy humano: la motivación, el orgullo y la autoría. Nadie niega que la inteligencia artificial generativa acelera procesos y mejora borradores. La pregunta que queda en el aire es dónde pones el listón para no perder habilidades ni el impulso por superarte cuando delegas tareas creativas en sistemas de IA.

Zoë Johnson King, de Filosofía, te da una pista clara: el valor de un logro crece con los recursos que inviertes para conseguirlo, incluidos los cognitivos y los emocionales. Ella misma admite que le importa más que el trabajo “hable bien” de quien lo firma que la simple calidad del producto final. El gancho está en el equilibrio: el esfuerzo no es un fin en sí mismo, pero sí una fuente de significado.

De hecho, Johnson King reconoce que, en ocasiones, es sensato delegar para gestionar mejor tu energía. Avisa de un límite práctico: hay contextos donde solo manda el resultado y otros en los que el proceso, la autoría y el aprendizaje no se pueden sustituir. Con la inteligencia artificial generativa como asistente, vas a poder llegar antes, pero también puedes perder el trayecto que te hace crecer.

Cómo la inteligencia artificial generativa afecta al valor del esfuerzo personal

Mathias Risse, al frente del Centro Carr-Ryan, ve a la inteligencia artificial generativa como una coautora posible en trabajos complejos. Subraya que el juicio humano sostiene los estándares de excelencia y marca la diferencia entre un texto correcto y una obra sólida. Su temor es concreto: si las nuevas generaciones aprenden solo con IA, costará transmitir habilidades y el gusto por el trabajo bien hecho.

Jeff Behrends, desde Ética y Tecnología, pone el foco en otro punto sensible: separar esfuerzo y recompensa puede vaciar de contenido tu día a día. La inteligencia artificial generativa ofrece gratificaciones rápidas y te evita tropiezos, pero cambia la organización social y las expectativas. Por eso sugiere decisiones pequeñas pero firmes, como escribir tus propios correos, aunque no sea la opción más “eficiente”, para conservar la autenticidad.

El psiquiatra Robert Waldinger mira a lo que te hace sentir orgulloso. Sus estudios sobre desarrollo adulto muestran que la gente valora más la sensación de haber mejorado y trabajado bien que los aplausos externos. Él mismo confiesa que a veces siente culpa al usar IA para pulir un texto, porque aprecia el valor de aprender. Y te deja una guía simple: no se trata solo de escribir, sino de pensar, y de elegir en qué pones tu tiempo.

Hay precedentes: la creatividad siempre ha estado unida a superar obstáculos, aprender y ganar confianza con el tiempo. La novedad de la inteligencia artificial generativa es que te permite llegar a resultados de calidad sin pasar por todo ese proceso.

En cualquier caso, el mensaje que llega desde Harvard es matizado. La inteligencia artificial generativa puede ser coautora y atajo, y vas a poder reservar energía para lo que más importa. Te conviene proteger espacios donde cuenten el esfuerzo, la autoría y el aprendizaje. Si mantienes vivo ese núcleo, la tecnología suma y no borra lo que hace valiosa tu experiencia creativa y, en última instancia, humana.