Empiezan a llegar al mercado peluches que hablan y responden con chatbots de inteligencia artificial, y las marcas los venden como antídoto al tiempo de pantalla. El gancho suena bien si tienes peques en casa, pero falta un detalle que cambia la lectura: ¿qué relación desplazan esos juguetes con IA cuando se encienden?
La periodista Amanda Hess, de The New York Times, probó en Estados Unidos un peluche llamado Grem de la startup Curio. La demostración fue reciente y, aunque la promesa era simple —menos tablet y más juego—, la experiencia dejó una duda incómoda que vamos a resolver enseguida.
Por cierto, Curio también vende otro peluche llamado Grok que, pese al nombre, no guarda relación con el chatbot de Elon Musk.
En la práctica, Grem es capaz de sostener diálogos, propone actividades y “llenar silencios”. El efecto no es neutro: si el muñeco toma la voz principal, tú te quedas fuera del juego real.
Las empresas venden estos juguetes con IA como una vía para reducir tablets o tele. Con todo, refuerzan la idea de que toda curiosidad infantil se resuelve con un dispositivo. Aquí aparece la trampa: cambias una pantalla por otra presencia tecnológica, más amable y blandita, pero tecnológica al fin.
Hess aceptó que sus hijos jugaran con Grem, pero solo tras retirar y esconder la caja de voz. La escena posterior es reveladora: los niños jugaron igual con el peluche, sin IA, y después volvieron a ver la televisión. La reducción de pantallas no era automática, y el vínculo humano no se reemplaza con facilidad.
También te puede interesar:The New York Times firma un acuerdo histórico de licencia para entrenar la IA de AmazonSi te preguntas por el impacto en casa, piensa en tres frentes. Primero, la atención: un peluche parlante capta foco y marca el ritmo, como haría un presentador constante. Segundo, la autonomía: cuando el juguete responde a todo, tu hijo depende más del guion del dispositivo. Tercero, la relación: si el diálogo fluye con el muñeco, tú entras más tarde, o no entras.
El encaje con salud pública tampoco es lineal. Las guías de la OMS fijan límites al tiempo sedentario frente a pantallas —1 hora al día para 2–4 años, guía de 2019—, y estos peluches con IA se promueven como alternativa. Aun así, la lógica sigue siendo tecnológica: no apagas la máquina, la cambias por otra con voz amable.
Los detalles de este artículo se basan en la crónica de Hess tras una demostración de Grem y en la información comercial pública de Curio, verificada en su catálogo con Grem y Grok. Amanda Hess, The New York Times
¿Aportan algo nuevo? Vas a poder ver respuestas rápidas, juegos guiados y frases afectuosas que mantienen al niño “enganchado”. Para familias con poco tiempo, suena útil. Aun así, la novedad no es el abrazo del peluche, que ya existía, sino la conversación automatizada que rellena espacios donde antes estabas tú.
¿Reducen pantallas de verdad? En el caso de Hess, no hubo un cambio sostenido: sin la voz de Grem, los niños jugaron y luego volvieron a la tele. Aquí encaja una idea práctica: si la promesa de los juguetes con IA es “menos pantalla”, pide métricas claras de uso, modos sin conexión y opciones de control parental para no caer en otro bucle de estímulos.
¿Dónde está el límite? Hess lo resume con un gesto: ocultar el módulo de voz igualó a Grem con cualquier peluche tradicional. Ese detalle abre una pista útil para ti: si el juguete funciona también sin IA, quizá el valor está en el muñeco, no en la nube.
También te puede interesar:ChatGPT ahora puede acceder a los reportajes de The Washington PostTambién conviene separar nombres y marcas. Curio vende Grem y otro peluche llamado Grok, pero no tienen vínculo con el chatbot de Musk. La coincidencia de nombres puede generar ruido en búsquedas y confundir expectativas sobre capacidades técnicas o política de datos.
Si ves campañas que prometen “adiós a las pantallas”, busca señales: tiempos máximos configurables, registro explícito de datos y botón físico para silenciar. Si no aparecen, prepárate para otro “ping” en el salón. Y si la marca ofrece dos peluches —como Grem y Grok—, revisa bien qué hace cada uno y qué no hace.
La foto que queda es sencilla y a la vez exigente: los juguetes con IA pueden entretener, pero no deben reemplazar tu voz. Si decides probar uno, céntralo en momentos cortos, mantén el mando sobre la conversación y recuerda lo que mostró Grem en casa de Hess: el vínculo lo creas tú, no la caja de voz. Seguiremos atentos a cómo evolucionan estos peluches inteligentes y a si cumplen, por fin, la promesa de menos pantallas sin alejaros más.
Me dedico al SEO y la monetización con proyectos propios desde 2019. Un friki de las nuevas tecnologías desde que tengo uso de razón.
Estoy loco por la Inteligencia Artificial y la automatización.