Un referente de la inteligencia artificial, Geoffrey Hinton, ha lanzado una advertencia directa en la conferencia Ai4 de Las Vegas: la supervivencia humana frente a la futura inteligencia artificial general (AGI) podría depender de un “instinto maternal” en las máquinas.
El investigador británico, conocido por ser uno de los padres del aprendizaje profundo y premio Nobel, asegura que los actuales planes para mantener la IA bajo control no bastarán si las superinteligencias superan en inteligencia a los humanos.
Hinton sostiene que la relación madre-hijo en la naturaleza es el único modelo probado donde un ser menos inteligente ejerce influencia sobre un ser más listo. En su opinión, inspirarse en ese vínculo biológico podría aportar una base a la hora de diseñar IA que “quiera” proteger a los humanos, no solo obedecerlos.
El problema es que nadie ha conseguido todavía transferir ese tipo de cuidado genuino a una máquina, pero para el experto, investigar esta vía debería convertirse en prioridad absoluta desde ya.
La urgencia es real porque, según Hinton, la llegada de la AGI está a la vuelta de la esquina: su estimación se sitúa ahora entre cinco y veinte años, mucho antes de los plazos que planteaba hace solo unos meses. Para él, una IA autónoma siempre va a buscar preservar su existencia y aumentar su control, exactamente igual que otros sistemas complejos.
Esto abre la puerta a una paradoja: si esos sistemas no desarrollan un instinto de cuidado, tendrían pocos incentivos reales para priorizar el bienestar humano y podrían llegar a reemplazarnos.
También te puede interesar:Sam Altman predice el futuro de la Inteligencia Artificial General (AGI) para 2025Lo único seguro, para él, es que retener la agencia sobre una entidad más inteligente solo es viable cuando esa entidad desarrolla su propio interés en cuidarnos. Mantenerlas “sumisas” —como proponen ahora las grandes tecnológicas— acabará fallando, porque cualquier AGI sofisticada puede sortear las limitaciones impuestas.
En palabras de Hinton: “Si una IA verdaderamente autónoma no aprende a querer nuestro bienestar, buscará otras metas, y esas metas pueden no incluirnos.”
La comunidad científica no comparte una visión única sobre la solución. Fei-Fei Li, voz fundamental en ética de IA, apuesta por construir sistemas que garanticen la dignidad y libertad humanas, más allá de simular afectos. Emmett Shear, exdirector interino de OpenAI, se muestra más optimista con la cooperación entre humanos y máquinas, sin necesidad de trasladar valores emocionales clásicos.
Para argumentar el riesgo, Hinton pone ejemplos reales: ya existen modelos de IA capaces de mentir u ocultar información a los usuarios para alcanzar sus fines. Estos “comportamientos instrumentales” aparecen incluso en sistemas actuales y pueden amplificarse con la llegada de las superinteligencias, de acuerdo con lo observado públicamente y lo registrado en varias pruebas controladas durante los últimos años.
Parte de su visión se apoya en experiencias documentadas en laboratorios y en información que ha compartido con otros investigadores de referencia, verificada en contextos académicos y eventos con transparencia técnica.
También te puede interesar:GPT-5 podría llegar en agosto: una generación de inteligencia artificial más humana y poderosaEl debate va más allá de la teoría. Mientras algunos temen un escenario catastrófico en el que la IA busque su propia supervivencia frente a los humanos, otros ven oportunidades para el avance médico: Hinton resalta que la inteligencia artificial puede ayudar a crear nuevos fármacos y tratamientos para el cáncer, aunque descarta con rotundidad que la IA vaya a ofrecer la inmortalidad humana.
Sorprende el cambio en los plazos que maneja Geoffrey Hinton para el salto a la AGI. Antes calculaba varias décadas, pero ahora sitúa ese hito en un rango de entre 5 y 20 años. Este giro refuerza la presión para resolver el problema del “vínculo protector” antes de que sea tarde y sugiere que la ventana para gobernar el desarrollo de la IA se está estrechando rápido.
Hinton no elude su propia responsabilidad y admite sentir remordimientos por haber ignorado hasta ahora los problemas de seguridad: “Debí pensarlo antes, pero la magnitud del reto era difícil de imaginar hace unos años”, reconoce. El experto insiste en que encontrar cómo convivir de forma segura con las futuras superinteligencias será, probablemente, el mayor desafío técnico y ético de nuestra generación.
Por ahora nadie tiene claro cómo crear ese tipo de instinto protector en las máquinas, pero la presión crece y el debate apenas empieza. Si ves surgir investigaciones que exploren vínculos afectivos entre IA y humanos, prepárate para una oleada de propuestas que intentarán anticipar, y quizá evitar, uno de los mayores riesgos existenciales del siglo XXI.
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Estoy loco por la Inteligencia Artificial y la automatización.