Las grandes tecnológicas venden una promesa: algoritmos que elevan tu vida y te regalan tiempo libre. La escuchas en keynotes, anuncios y notas de prensa, ahora y aquí, en Europa y en EE. Oficialmente, la inteligencia artificial es “una herramienta para mejorar el rendimiento” de personas y organizaciones.
En 2025, esa idea guía lanzamientos, acuerdos y servicios web con suscripciones mensuales. La trampa está en el combustible que hace posible esa promesa, y no es otro que tus datos, los de tus clientes y los de tu equipo.
En paralelo, el sector empuja una meta lejana y brillante: la llamada inteligencia artificial general, capaz de razonar con flexibilidad, crear y adaptarse a problemas no entrenados. Hoy la dirección es clara. La IA no solo quiere sustituir tareas mecánicas, también partes del pensamiento, desde redactar informes y responder consultas, hasta planificar procesos complejos.
Se nos dice que algunos empleos desaparecerán y nacerán otros, sobre todo de ingeniería y ciencia, con pérdida para las humanidades. Y que la gran eficiencia abrirá una sociedad ociosa y culta, con renta básica y teatros llenos. Suena bien, pero hay un problema: no hay precedentes en economías capitalistas de reparto sostenido de rentas por parte de los dueños de la tecnología.
Incluso si el tiempo libre aumentase, el arte, la lectura y el pensamiento crítico han sido hábitos minoritarios durante décadas. Más horas no garantizan cambios masivos. Existe, además, un riesgo silencioso: delegar demasiado en asistentes puede erosionar tu inteligencia lingüística, lógico‑matemática o musical, y también tus capacidades interpersonales e intrapersonales.
El sesgo algorítmico no es un debate académico. Puede empujar a la irrelevancia a empresas y medios antes exitosos, modificar visibilidad según intereses de quien controla el software y volverse puerta de entrada para el cibercrimen. En 2023, el coste medio global de una brecha de datos fue de 4,45 millones de dólares, según IBM. Si entrenas o integras modelos, ese número te interpela.
También te puede interesar:El CEO de Klarna usa un avatar de IA para presentar resultados financierosLos delincuentes ya explotan vulnerabilidades con suplantación de identidad, fraudes más creíbles y robo de datos a gran escala. Vas a poder blindarte mejor si aceptas una idea simple: los riesgos de la IA crecen cuando el modelo ve más de lo que necesita, durante más tiempo del necesario. El hambre de datos del sistema es también tu superficie de ataque.
Conviene mirar el contexto. La conversación pública se ha desplazado hacia demos espectaculares y aumentos de productividad, mientras el debate serio sobre riesgos de la IA se diluye. Al fondo, la AGI sigue lejana, pero el movimiento actual ya redefine trabajos, salarios y acceso a audiencias. Falta gobernanza clara en varios puntos y eso deja huecos.
Si ves ofertas “gratis” a cambio de más permisos, prepárate para menos control. Si un proveedor no permite auditorías o portabilidad, tendrás más dependencia. Si tu equipo deja de escribir, calcular o analizar por sí mismo, anota otro síntoma. Estos son riesgos de la IA que afectan tanto a negocio como a habilidades humanas, hoy, no mañana.
¿Qué viene ahora? En la UE, el Reglamento de IA entra por fases entre 2025 y 2026. Veremos etiquetas de riesgo, obligaciones de transparencia y sanciones. La eficacia real dependerá de cómo se apliquen y de si los incentivos de datos cambian. Si el modelo de negocio sigue premiando la captura masiva de señales, los riesgos de la IA seguirán empujando.
También te puede interesar:Informe Revela los Riesgos Ocultos de la IA en el Desarrollo Emocional AdolescenteMe dedico al SEO y la monetización con proyectos propios desde 2019. Un friki de las nuevas tecnologías desde que tengo uso de razón.
Estoy loco por la Inteligencia Artificial y la automatización.