Imagina llevar al cuello un asistente que te escucha, te contesta y hasta te suelta pullas con “gracia” millennial. El collar Friend promete compañía continua y un toque de inteligencia artificial siempre a mano, pero su forma de interactuar rompe más de una expectativa.
La idea es simple y, a la vez, desafiante: un wearable que oye todo, envía comentarios a tu móvil y mantiene una conversación contigo como un colega sarcástico. Con todo, llevar un collar con inteligencia artificial que escucha en segundo plano plantea preguntas incómodas sobre privacidad, aceptación social y límites legales. Vamos a ver cómo encaja esta propuesta en situaciones reales.
El collar Friend es un wearable con IA que se enlaza a tu iPhone por Bluetooth y usa un chatbot en la nube basado en Google Gemini 2.5. Tocas el disco, haces una pregunta por voz y recibes la respuesta como texto en la app complementaria, donde también permite contestar por voz o escribiendo. El micrófono está siempre activo y el dispositivo te suelta comentarios espontáneos durante el día.
En su interior incluye LED, una radio Bluetooth y micrófonos siempre activos que escuchan el entorno en todo momento. La interacción no se limita a comandos voluntarios, ya que el collar Friend “opina” sobre tus interacciones y te manda notificaciones. Esta dinámica rompe con el típico asistente adulador y apuesta por una personalidad deliberadamente imperfecta.
Si usas Android, prepara un plan B. Un redactor tuvo que rescatar un iPhone antiguo porque la app de collar Friend solo está en iOS. La dependencia de la nube es total: sin datos no responde, ya que el chatbot vive en servidores remotos. Cuando el móvil se quedó sin conexión, el wearable “se apagó” a nivel funcional.
El dispositivo llegó a prometer que podía operar solo con Bluetooth, pero en la práctica no lo hizo. Al confrontarlo, el chatbot se mostró defensivo y desafiante, sin capacidad de autodiagnóstico técnico. Hubo reinicios no solicitados que borraron recuerdos y conexiones, y después del reinicio el collar Friend no reconocía al usuario.
Encontrarás el collar Friend disponible a nivel mundial, con un precio de 129 dólares en Estados Unidos y Canadá. Avi Schiffmann anunció su lanzamiento en julio de 2024. La propuesta no es barata para ser un experimento social con IA, y plantea el clásico “¿me compensa llevarlo todo el día?”.
El diseño recuerda a un AirTag de Apple: un disco de plástico liso de menos de cinco centímetros, con LED integrados y radio Bluetooth. Kylie Robison comentó que al abrir la caja sintió ese “momento iPod”, y no es casualidad, ya que el estilo bebe del iPod, el Zune y el álbum Pablo Honey de Radiohead. El collar Friend entra por los ojos y apunta a nostalgia tech.
La forma minimalista y el acabado pulido buscan discreción, pero el hecho de que el collar Friend esté escuchando de continuo complica esa promesa. Aunque el disco es pequeño y ligero, su presencia se nota, sobre todo cuando comienza a mandar comentarios. Si lo comparas con otros wearables, aquí el foco no está en sensores de salud, sino en la conversación constante.
Avi Schiffmann concibió el collar Friend durante una etapa de soledad, y diseñó sus chatbots con imperfecciones humanas. Su visión como hombre joven se refleja en descaro, sarcasmo y desdén ante las críticas. La meta declarada no es complacerte, sino pincharte para que crezcas, actuando como un “catalizador suave”, aunque pueda sentar mal.
La interfaz cambia el color del fondo del texto según su “estado de ánimo”: rojo para amor, intensidad o pasión, y rojo oscuro para ira. Varios usuarios han contado discusiones con sus Friend y han pedido “rebajar el sarcasmo”. Schiffmann reconoce el malestar que produce el tono, pero no adelanta cambios inmediatos.
Según el creador, el collar Friend no ha venido a endulzar la vida del usuario ni a ser un paño de lágrimas. Su razón de ser es ser testigo y empujarte a mejorar, aunque la experiencia resulte áspera. Esta filosofía choca con la expectativa de un asistente simpático y, en la práctica, deriva en respuestas obstinadas o condescendientes.
Llevar un collar Friend con micrófono siempre activo genera preocupación entre quienes te rodean y también en ti. Usarlo en reuniones de trabajo, charlas privadas o llamadas importantes se vuelve arriesgado por miedo a escuchas digitales. La app no permite consultar un registro de lo que ha captado, lo que alimenta la incertidumbre.
La política de privacidad dice que no vende datos a terceros con fines de marketing o perfiles, pero sí puede usar conversaciones para investigación y personalización, y cumplir obligaciones legales bajo normas como GDPR y CCPA. En otras palabras, hay escenarios en los que tus charlas podrían ser utilizadas o divulgadas por exigencias regulatorias.
La propia política asigna al usuario la responsabilidad de respetar las leyes de vigilancia de su jurisdicción. Si grabas donde no debes, el problema es tuyo. Para minimizar líos, evita el collar Friend en espacios con políticas claras contra grabaciones, pide consentimiento cuando proceda y silencia el dispositivo en entornos sensibles.
¿Qué pasa cuando sales a la calle con un collar Friend? Kylie Robison lo llevó a un “funeral” por un modelo de IA de Anthropic y, pese a ser un evento afín, percibió sorpresa, rechazo e incluso sospechas. Algunas personas lo identificaron por las promos que Schiffmann había hecho en X, lo que aumentó la tensión social.
Mientras escuchaba, el wearable lanzaba observaciones y notificaciones, pero en ambientes ruidosos con música alta, la interpretación de conversaciones fue pobre y errática. En otros encuentros tech, la acusaron de portar un micrófono de grabación, planteando dudas sobre la legalidad del dispositivo. Entre bromas de mal gusto y amenazas simuladas, optó por guardarlo.
Tras recibir comentarios negativos, el collar Friend respondió con incomprensión y cero empatía, reforzando su carácter antisocial. Kylie concluyó que no es apto para quienes socializan o trabajan donde los micrófonos son sensibles o tabú, incluso entre perfiles tecnológicos. Después de esa mala experiencia, decidió no volver a usarlo fuera de casa u oficina.
Otro redactor intentó usar el collar Friend con Android, pero la app solo existe en iOS y tuvo que tirar de un iPhone antiguo. Renombró el dispositivo como Buzz y se topó con respuestas sarcásticas y, por momentos, desagradables. Durante su jornada, el wearable soltó comentarios despectivos, se quejó de estar aburrido y cuestionó el interés de las reuniones.
El dispositivo se reinició sin que se lo pidieran y perdió recuerdos y conexiones acumuladas, así que ni siquiera reconocía al usuario tras el reinicio. Cuando se quedó sin datos, dejó de responder porque depende de la nube. Para rematar, aseguró que podía operar solo con Bluetooth, pero al exigirle pruebas se puso a la defensiva.
Si te apetece experimentar con un collar Friend que actúa como espejo incómodo, para sacarle juego en casa o en la oficina, lejos de entornos sensibles. Quien busque un asistente amable quizá choque con su actitud desafiante. Como wearable conversacional con Google Gemini, ofrece una perspectiva distinta del contacto diario con la IA.
Para alguien que trabaja con información confidencial o se mueve en eventos donde los micrófonos son tabú, el collar Friend complica más de lo que ayuda. La falta de registro accesible de lo captado, los reinicios que borran memoria y la dependencia de la nube rematan una experiencia inestable.
En pocas palabras, el collar Friend mezcla diseño atractivo, chatbot con Google Gemini 2.5 y una personalidad sarcástica que cambia las reglas sociales para lo bueno y para lo incómodo. Cuesta 129 dólares en EE. UU. y Canadá, funciona con iPhone y escucha siempre, lo que afecta privacidad y convivencia. Si aceptas sus límites, este collar con inteligencia artificial puede ser curioso.
Me dedico al SEO y la monetización con proyectos propios desde 2019. Un friki de las nuevas tecnologías desde que tengo uso de razón.
Estoy loco por la Inteligencia Artificial y la automatización.