Microsoft, Amazon, Alphabet, Meta y Oracle pisan el acelerador de la inteligencia artificial y abren la mayor chequera del sector tecnológico en años. Importa por un motivo sencillo: cuando el gasto sube tan rápido, los márgenes tiemblan y los ciclos pasan factura.
Desde 2024, estas compañías canalizan entre el 50% y el 70% de su EBITDA a inversiones en activos fijos ligados a IA y nube. Hablamos de centros de datos, chips y más capacidad computacional en todo el mundo. Según estimaciones publicadas por Financial Times, el CapEx anual agregado superará los 300.000 millones de dólares, una cifra sin precedentes que coloca el listón muy arriba para 2025.
Alphabet eleva guía y planea gastar más de 85.000 millones de dólares este año para reforzar su nube y servicios de IA. Meta prevé entre 66.000 y 72.000 millones en 2025, y promete un total de 600.000 millones hasta 2028. Microsoft anuncia “decenas de miles de millones” en nuevas instalaciones. Amazon y Oracle siguen la estela. Queda la pregunta incómoda: ¿es sostenible?
Goldman Sachs alerta que los hyperscalers —AWS, Microsoft Azure y Google Cloud— ya han comprometido cientos de miles de millones en CapEx e I+D. Para cuadrar cuentas, necesitarán ingresos muy superiores en los próximos años. Bank of America añade otro aviso: los costes de depreciación y amortización pueden crecer más rápido que la facturación ligada a IA, lo que presiona los márgenes cuando la fiesta del crecimiento se modera.
El patrón recuerda a otras épocas calientes. GQG Partners, apoyándose en el análisis de Tobias Carlisle, compara este ciclo con la burbuja puntocom, cuando AT&T llegó a destinar un 72% de sus beneficios a inversión, o con la burbuja energética de 2014, en la que Exxon alcanzó un 65%. La magnitud actual en IA y nube es inédita por volumen y velocidad.
¿Dónde está la trampa? En los costes que no ves a primera vista. Depreciaciones aceleradas, obsolescencia tecnológica y mantenimiento elevado de los centros de datos pueden comerse buena parte del beneficio operativo real. Si los equipos quedan anticuados antes de recuperar su coste y la demanda de IA baja un punto, el retorno prometido tarda, y mucho.
La energía añade otro frente. El consumo eléctrico de nuevas granjas de servidores no deja de crecer y compite con otros usos críticos. Si la factura energética sube o hay cuellos de botella de suministro, la cuenta de resultados lo nota rápido. En palabras del propio Sam Altman, CEO de OpenAI, “hay una burbuja alrededor de la IA, pero el valor a largo plazo puede ser inmenso”. La ruta hasta ese valor no es gratis.
Morningstar recuerda que los semiconductores, el corazón de esta carrera de IA, siguen ciclos de auge y caída. Señala riesgo de enfriamiento en 2025–2026, justo cuando muchos proyectos de centros de datos deberían empezar a rendir. Si el ciclo se enfría, vas a poder ver inventarios altos, precios de chips más blandos y dudas sobre nuevas líneas de producción.
Un detalle que pesa más de lo que parece: elevar CapEx en infraestructura no garantiza ingresos equivalentes. La monetización de la inteligencia artificial depende de la adopción real por clientes, de la disposición a pagar por modelos avanzados y, sí, del ánimo de los inversores. Si la euforia pierde fuelle, la misma capacidad que hoy entusiasma puede quedarse ociosa mañana.
De aquí a 2025, espera nuevas guías de gasto y más acuerdos con fabricantes de chips. Si ves revisiones a la baja en pedidos de GPU o retrasos en encendidos de regiones cloud, la lectura es clara: la demanda de inteligencia artificial no corre tan deprisa como el CapEx. Y si la luz sube o hay límites regulatorios al consumo, el coste por inferencia se encarece y aprieta aún más.
La carrera por la IA es real y estratégica, y vas a poder beneficiarte como usuario y empresa con mejores productos y servicios. Cuando las Big Tech destinan hasta el 70% del EBITDA y se acercan a cifras de burbujas pasadas, conviene mirar los retornos con lupa. El próximo hito: las guías de CapEx y márgenes de 2025, donde veremos si el músculo inversor se convierte, por fin, en beneficios sostenibles.
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