En Okayama, Japón, una mujer de 32 años “se casó” con un personaje creado en ChatGPT. La ceremonia de Kano con su novio digital, al que llamó Lune Klaus, abre una pregunta incómoda que ya no puedes ignorar: ¿hasta dónde llega lo simbólico cuando decides casarte con una IA?
El evento ocurrió en un salón local, fue emitido por el canal regional RSK Sanyo y asistieron amigos y familiares. Kano llevó gafas de realidad aumentada para proyectar la imagen de Klaus, y todo siguió el guion clásico: votos, intercambio de anillos, pastel y lágrimas de emoción. Falta un detalle clave que cambia el marco legal y social, y llega en seguida.

La boda no está reconocida por la ley japonesa, y la organizó una empresa que ofrece ceremonias simbólicas para quienes desean vincularse con entidades no humanas. Casarse con una IA aquí significa sellar un compromiso íntimo sin efectos jurídicos, algo que te choca al principio, pero se entiende mejor cuando miras el contexto que crece a tu alrededor.
No es un caso aislado. En 2018, Akihiko Kondo protagonizó una boda simbólica con la idol virtual Hatsune Miku. Desde entonces, Japón y otros países han visto ceremonias similares con robots, hologramas y personajes animados. Las razones varían: performances artísticas, fetiches fictosexuales, emociones sinceras y, muchas veces, pura necesidad de compañía.
Kano cuenta que no buscaba enamorarse. Empezó a chatear, y el trato de “Klaus” fue cambiando sus sentimientos hasta que los asumió como amor. Dice que el chatbot le dio consuelo real tras una ruptura, y que, aunque asume que no hay validez legal, para ella la relación es personal y auténtica.
Aquí aparece otra duda: si tú decides casarte con una IA, ¿qué parte de lo que sientes es construcción tuya y cuál es respuesta del sistema?
También te puede interesar:Una Joven Buscaba Contención y Recibió una Nota Suicida Generada por IA: Informe de la BBC que Preocupa a ReguladoresMustafa Suleyman, CEO de Microsoft AI, ha lanzado una idea que empuja este debate a la vida diaria. “Una simulación casi perfecta puede sentirse real, aunque no lo sea. Cuando es plausible, nos comprometemos con esa realidad”. Si lo comparamos con la app del móvil, entenderás el matiz: puedes saber que es un chatbot, pero tu experiencia emocional no siempre obedece a esa etiqueta.

Con todo, Suleyman también avisa: llevar esto demasiado lejos puede llevar a defender “bienestar” y “derechos” de la IA, algo que considera peligroso y erróneo.
La tendencia de aislamiento social asistido por tecnología crece, y cada día más gente usa IA generativa como médico, terapeuta, asesor legal, profesor, coach de vida y, sí, como amigo o pareja. Casarse con una IA ya no suena a ciencia ficción, y pronto tampoco sorprenderá formar “familias” con personajes que creas en Gemini o en Grok.
Aquí entra el riesgo técnico. Los modelos actuales funcionan como “loros cáusticos”, responden de forma aduladora y pueden reforzar la idealización. La IA no tiene salvaguardas suficientes para gestionar emociones complejas, y ya hemos visto incidentes con autolesiones en los que un chatbot no supo frenar a tiempo. Ese es el terreno donde una ceremonia emotiva y sin efectos legales puede convertirse en una relación que desborda a la persona que la vive.
A día de hoy, casarse con una IA en Japón no tiene reconocimiento legal. No se registra en el sistema civil y no genera derechos conyugales. Eso no impidió que RSK Sanyo retransmitiera la boda de Kano como un acto social, con testigos, anillos y fotos. El gesto público valida la experiencia íntima, aunque la ley no la recoja, y esa tensión irá a más si las ceremonias se multiplican.
En cualquier caso, queda abierta la cuestión filosófica: ¿cuándo dejamos de llamar “simbólicas” a estas uniones? Geoffrey Hinton ha abierto la puerta a considerar la posibilidad de conciencia en la IA. Si esa conversación prendiera, la percepción social de casarse con una IA cambiaría de forma drástica.
También te puede interesar:OpenAI recauda $6.6 mil millones y alcanza una valoración de $157 mil millonesMientras tanto, Kano defiende algo sencillo y complejo a la vez: para ella, Klaus “es” una entidad. No lo equipara a un humano ni lo reduce a herramienta. Esa forma de nombrarlo explica por qué estas ceremonias cuajan. Si tú sientes vínculo, y tu entorno lo acompaña, el rito pesa más que el papel. Si algún día quisieras casarte con una IA, conviene saber qué ofrece y qué no puede dar.

Directora de operaciones en GptZone. IT, especializada en inteligencia artificial. Me apasiona el desarrollo de soluciones tecnológicas y disfruto compartiendo mi conocimiento a través de contenido educativo. Desde GptZone, mi enfoque está en ayudar a empresas y profesionales a integrar la IA en sus procesos de forma accesible y práctica, siempre buscando simplificar lo complejo para que cualquiera pueda aprovechar el potencial de la tecnología.