En la escena que imagina Kai-Fu Lee para dentro de unos años, un niño trabaja en clase con una tablet, la pantalla cambia sola el tipo de ejercicio y la explicación según sus dudas, mientras la maestra observa en silencio. Para este experto en inteligencia artificial, el aula híbrida entre tecnología y cercanía humana puede llegar antes de lo que piensas.
Si la escuela sigue premiando, sobre todo, la memoria y las ecuaciones, los estudiantes nunca ganarán esa carrera. La inteligencia artificial en educación ya es mejor guardando datos, repitiendo explicaciones y corrigiendo ejercicios a toda velocidad, y lo será todavía más en diez o quince años. Eso no significa que el profesor sobre, sino que hay que moverlo de sitio dentro del aula.

Kai-Fu Lee, exresponsable de Google China y pionero del reconocimiento del habla, propone un cambio de guion bastante radical. La IA educativa sería una especie de compañera de aprendizaje que está siempre al lado del alumno, midiendo su ritmo, sus errores y sus progresos en tiempo real. La maestra dejaría de explicar lo mismo a treinta chavales a la vez, y pasaría a leer lo que hace la máquina para decidir dónde hace falta una intervención humana de verdad.
Imagina que estás en segundo de ESO y te atascas con las fracciones. La IA detecta exactamente en qué paso fallas, te propone una explicación alternativa y te lanza ejercicios adaptados solo a ese punto. Si, en cambio, avanzas rápido en geometría, acelera el nivel y te da retos más complejos. Este tipo de inteligencia artificial en educación, según Lee, puede afinar tanto que ningún docente, por muy preparado que esté, podría seguir el detalle del aprendizaje de 30 alumnos al mismo tiempo con esa precisión.
El bucle se cierra cuando entra en juego la maestra humana. Ella ve en un panel quién lleva demasiado rato bloqueado, quién parece distraído y quién ha cambiado de tema muy rápido. No compite con la tecnología, sino que la interpreta. Decide sentarse al lado de un alumno concreto, preguntarle qué le preocupa, si entiende el enunciado o si, en realidad, lo que pasa es que hoy ha venido a clase con la cabeza en otra parte.
Lo fuerte llega cuando Lee pone números sobre la mesa. Según sus cálculos, con una implantación seria de sistemas de inteligencia artificial en educación, el profesorado podría liberar entre un 40 % y un 50 % de su tiempo, porque la máquina se encargaría de corregir deberes, generar informes detallados y proponer actividades de refuerzo. De repente, horas antes dedicadas a burocracia pasarían a estar disponibles para escuchar, guiar y acompañar al alumnado.
También te puede interesar:Deberes, Exámenes y Apuntes: la IA lo Resuelve Todo para los Jóvenes, con un Punto Crítico que Nadie MencionaEl experto chino no vende una fantasía de colegio perfecto sin coste. Advierte de que, si el sistema educativo no se transforma de forma profunda, el resultado puede ser “desolador”. Si la escuela continúa valorando solo exámenes de memoria, estudio repetitivo y cálculo mecánico, los estudiantes quedarán atrapados en una competición perdida contra la IA. Lo que se juega aquí no es solo un cambio de herramienta, sino qué entendemos por aprender en pleno siglo XXI.

La gran apuesta de Lee es que la inteligencia artificial en educación revalorice al docente. Hoy, buena parte de su jornada se va en rellenar tablas, pasar notas y atender clases masificadas donde es difícil mirar a cada niño a los ojos. Con una IA que se haga cargo del trabajo rutinario, el profesor vas a poder dedicar mucho más tiempo a conversaciones reales, a detectar el desánimo, a mediar conflictos y a despertar curiosidad por temas complejos.
En este nuevo ecosistema educativo, el aula deja de ser un espacio cerrado entre profesor y alumnos. Entran en escena desarrolladores de IA educativa que diseñan los sistemas, instituciones que reescriben los currículos, gobiernos que regulan cómo se usan los datos y familias preocupadas por la brecha digital. Todo esto pasará, según Lee, a lo largo de las próximas dos décadas, con hitos importantes hacia 2041, cuando muchas de estas piezas ya podrían estar en marcha.
Los currículos que imagina para ese 2041 se alejan claramente de la lista eterna de temas para memorizar. Pierde peso la repetición mecánica y gana espacio la resolución de problemas complejos que no tienen una sola respuesta. También se refuerza el trabajo en equipo, porque la mayoría de retos reales se resuelven cooperando, y se prioriza algo que hoy se menciona poco: la capacidad de “aprender a aprender” a lo largo de toda la vida.
El alumno deja de ser un receptor pasivo de apuntes y se convierte en protagonista activo. Explora contenidos, prueba, se equivoca y vuelve a intentarlo con la ayuda de una tecnología que no se cansa, no juzga y no olvida por dónde ibas ayer. El profesor, mientras tanto, vas a poder usar los datos generados por la inteligencia artificial en educación para ajustar el acompañamiento a cada caso, en lugar de ir siempre al ritmo del temario oficial.
Hay un giro cultural importante que no es solo técnico. La figura del “profe que lo sabe todo y lo explica en la pizarra” se transforma en la del guía que interpreta paneles de datos, detecta patrones de ánimo y crea proyectos donde la IA es una herramienta más. Como resume el propio Lee en sus entrevistas, “la IA no viene a reemplazar al maestro, viene a obligarnos a redefinir qué es enseñar”.
También te puede interesar:La IA Golpea Primero al Junior: Consultoras Congelan Salarios y Temen un Efecto DominóPara que esta visión funcione, las escuelas tendrían que reorganizarse bastante. Habría que adaptar horarios para dejar hueco a sesiones de trabajo individual con IA, rediseñar las evaluaciones para que no se basen solo en cuestionarios autocorregibles y lanzar programas de reentrenamiento para el profesorado. No es realista pensar que todo se puede hacer con un cursillo rápido de fin de semana.
La inteligencia artificial en educación, bien implantada, puede convertirse en la gran aliada del profesor cansado de no llegar a todo. También puede agravar las desigualdades si solo unos pocos centros o familias acceden a los mejores sistemas, dejando que sus hijos avancen mucho más rápido. Quien se quede fuera de esa ola corre el riesgo de ir siempre un paso por detrás, atrapado en métodos viejos.
Este riesgo de brecha digital y social es uno de los puntos que más preocupan a Kai-Fu Lee. No basta con poner tablets y conexión en todos los centros. Harán falta políticas públicas claras para garantizar que la inteligencia artificial en educación no se convierta en un lujo de colegios privados, y que los contenidos no refuercen sesgos o discriminen a ciertos grupos. Aquí el papel de los gobiernos y las comunidades educativas será decisivo.
Otro de los problemas que planean sobre este futuro tiene que ver con lo que las máquinas no miden bien. Si dejas que la IA controle el ritmo, la evaluación y gran parte de los contenidos, es muy fácil que el sistema se concentre en lo cuantificable: número de aciertos, tiempo de respuesta o nivel de dificultad superado. Se corre el riesgo de que se apaguen áreas como la creatividad, la ética o la calidad de la conversación en clase.
Muchos de los momentos clave de la educación no caben en un gráfico. La capacidad del profesor para notar, por una mirada o un suspiro, que un alumno está apagado. El comentario improvisado que despierta una vocación. La discusión sobre qué es justo o injusto en una noticia actual. Son cosas difíciles de traducir a datos, y por eso Lee insiste tanto en que la inteligencia artificial en educación no puede ocuparlo todo.
Mirando a ese horizonte de 2041, la gran pregunta ya no es si la tecnología será lo bastante potente como para transformar las aulas, porque eso prácticamente se da por hecho. La cuestión es si la sociedad será capaz de decidir de manera consciente qué quiere de esa transformación. Habrá decisiones incómodas sobre qué contenidos pierden peso, qué tipo de exámenes se eliminan y qué competencias nuevas entran en juego.
Para los centros educativos, los próximos años serán una especie de doble partida. Por un lado, adaptarse a la irrupción de sistemas de inteligencia artificial en educación cada vez más presentes en plataformas y recursos. Por otro, mantener vivo el corazón humano de la enseñanza, que no se deja automatizar tan fácil. Verás señales claras de este cambio cuando empiecen a valorarse más los proyectos largos, las presentaciones orales y los trabajos en grupo que el simple test tipo test.
Si tú eres profesor, madre, padre o estudiante, el reto no es elegir entre IA o maestro, sino aprender a exigir un equilibrio razonable. Un futuro en el que la inteligencia artificial en educación haga el trabajo pesado y deje espacio para relaciones más cercanas suena muy atractivo, siempre que no dejemos que la pantalla lo ocupe todo. La decisión colectiva sobre ese equilibrio, más que la propia tecnología, será lo que marque cómo serán realmente las aulas dentro de veinte años.

Directora de operaciones en GptZone. IT, especializada en inteligencia artificial. Me apasiona el desarrollo de soluciones tecnológicas y disfruto compartiendo mi conocimiento a través de contenido educativo. Desde GptZone, mi enfoque está en ayudar a empresas y profesionales a integrar la IA en sus procesos de forma accesible y práctica, siempre buscando simplificar lo complejo para que cualquiera pueda aprovechar el potencial de la tecnología.