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Elon Musk Reconoce el Escenario que Teme para el Empleo Humano: "La IA nos Retirará"

 | diciembre 9, 2025 23:57

Elon Musk volvió a soltar una de sus predicciones que dividen al mundo: en un plazo de entre 10 y 20 años, asegura que trabajar dejará de ser necesario para vivir y pasará a ser “solo por gusto”. Lo dijo en el US‑Saudi Investment Forum, en Riad, y la frase llega justo cuando la inteligencia artificial acelera y el mercado laboral empieza a moverse sin hacer demasiado ruido.

El contraste es fuerte porque estamos hablando del mismo Elon Musk que ha defendido durante años jornadas de hasta 120 horas semanales en empresas como Tesla o SpaceX. Es decir, el directivo que te pide que vivas en la oficina ahora asegura que tus nietos, o incluso tú, podríais estar jubilados por robots en menos de dos décadas.

Para explicar ese cambio de paradigma, Musk recurre a una imagen sencilla: la jardinería y el huerto casero. Hoy tiene más sentido económico comprar tomates en el supermercado que plantarlos en tu balcón, pero muchas personas deciden cultivar por placer. Según él, el trabajo remunerado acabará pareciéndose a eso, una afición. Vas a poder seguir trabajando si quieres, igual que haces deporte o juegas a videojuegos, pero ya no será el centro de tu supervivencia económica.

La pieza que sostiene todo ese relato es la inteligencia artificial, junto con la robótica. Musk sostiene que el desarrollo de estas dos tecnologías será tan rápido y tan profundo que el coste de producir bienes y servicios caerá de forma brutal. Si las máquinas hacen toda la mano de obra física e intelectual, insiste, el precio de casi todo se desplomará hasta acercarse a cero y, con ello, se romperá la lógica básica del trabajo actual.

En ese futuro de “abundancia”, el dinero perdería gran parte de su papel como herramienta de intercambio central. Si casi todo se puede producir a coste mínimo con robots y algoritmos, la escasez deja de marcar las reglas y la discusión se desplaza a otra parte: cómo se reparte la riqueza que generan esas máquinas y quién controla la tecnología que las pone en marcha.

Musk coloca a los gobiernos en el centro de esa futura distribución de la prosperidad. Afirma que harán falta normas nuevas y mecanismos regulatorios fuertes para decidir cómo se reparte todo lo que produzcan robots y sistemas de IA. Aquí su discurso se cruza con viejos debates sobre rentas básicas, pero con un giro particular que lo separa de las propuestas de ingresos mínimos tradicionales.

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Mientras en muchos países se habla de rentas mínimas o ayudas como el Ingreso Mínimo Vital, Musk lanza la expresión “Renta Alta Universal” (Universal High Income). La idea no sería solo garantizar que puedas comer y pagar el alquiler, sino que recibas un nivel de ingresos muy superior al de mera subsistencia. En su visión, vas a poder vivir con comodidad, consumir bienes y servicios de calidad y elegir si trabajas o no.

Esta no es una ocurrencia improvisada para la conferencia de Riad. Musk lleva años repitiendo que llegará un momento en el que no se necesitará ningún trabajo. En la Cumbre de Seguridad de la IA celebrada en Bletchley Park, ya se lo dijo al primer ministro británico Rishi Sunak de manera directa. Para Musk, la automatización total no es una hipótesis lejana, sino un destino casi asegurado si la tecnología sigue su trayectoria actual.

El emblema de esa apuesta es Optimus, el robot humanoide que Tesla está desarrollando. Musk lo presenta como un ejemplo de cómo la robótica puede ocupar tanto la mano de obra física como la intelectual. Según su argumento, si puedes construir millones de robots de este tipo y conectarlos con sistemas de IA cada vez más potentes, vas a poder automatizar desde la cadena de montaje hasta la gestión de procesos complejos en empresas y servicios públicos.

No todos los líderes tecnológicos comparten esa visión casi utópica del fin del empleo. En el mismo foro, Jensen Huang, CEO de Nvidia, se mostró bastante más prudente. Acepta que la inteligencia artificial va a transformar el contenido de los trabajos, pero no cree que vaya a borrar el concepto de empleo. Según Huang, tus tareas serán distintas, más apoyadas en máquinas, aunque seguirás teniendo un rol activo.

El argumento de Huang es que, a medida que la IA y la automatización se ocupan de los trabajos más repetitivos, vas a poder dedicar más tiempo a pensar y crear. Las tareas cotidianas se simplificarán, la productividad subirá, y el factor que de verdad marcará la diferencia será la calidad de tus ideas. Es un enfoque que encaja con lo que otros directivos han defendido sobre el papel de la creatividad humana en este nuevo escenario.

Jeff Bezos, fundador de Amazon, suele remarcar ese punto cuando habla de inteligencia artificial. Sitúa a los “inventores”, a las personas que son capaces de imaginar productos, procesos o modelos de negocio nuevos, como el perfil más difícil de sustituir. En su visión, la IA hace que ejecutar sea más fácil y más rápido, pero pensar qué hay que hacer sigue recayendo en humanos creativos. “Los inventores son el tipo de empleados que la IA no podrá reemplazar por completo”, ha apuntado Bezos en varias charlas recientes.

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Qué significa que el trabajo sea opcional si hoy la IA ya afecta a casi un 12 % de empleos

Aunque el discurso sobre que “trabajar será opcional” puede sonar atractivo, la fotografía del mercado laboral actual se parece muy poco a esa utopía de ocio y abundancia. Un estudio conjunto del MIT y el Laboratorio Nacional Oak Ridge ha calculado que el 11,7 % del mercado laboral de Estados Unidos ya está expuesto a las capacidades actuales de la IA. Y aquí hay un matiz importante que cambia mucho la lectura de esa cifra.

Ese 11,7 % no se refiere a trabajos del futuro ni a profesiones que todavía no existen. Habla de tareas que el software disponible hoy, no el de dentro de diez años, ya puede hacer con una calidad razonable. Procesar formularios, clasificar documentos, redactar ciertos textos estándar o gestionar partes de atención al cliente son solo algunos ejemplos. Esto significa que la capacidad de automatización ya está instalada, aunque aún no veas sus efectos completos en las estadísticas.

Los investigadores del MIT señalan que los indicadores tradicionales, como la tasa de paro o el PIB, no están captando bien este riesgo. Son métricas pensadas para medir resultados pasados, no para estimar la “bomba de automatización” que muchas empresas ya han colocado dentro de sus procesos. El problema es que, cuando esos cambios se desplieguen de forma masiva, el impacto en empleos concretos puede ser muy rápido y dejar poco margen de reacción a las personas afectadas.

Hablar de que el trabajo desaparecerá por completo no encaja con lo que proponen estos expertos. El MIT insiste en que lo más probable es que veamos una transformación profunda de las tareas y los perfiles profesionales, no un apagón súbito del empleo. En su agenda de recomendaciones hay mucho sobre recapacitación, adaptación de la formación y políticas activas para acompañar a los ciudadanos durante ese cambio, pero no aparece un plan para un mundo sin trabajo.

Ahí es donde la visión de Musk choca con la de los economistas que analizan la automatización desde los datos. Samuel Solomon, de la Universidad de Temple, plantea que el auténtico problema no es la falta de recursos materiales en un mundo automatizado, sino quién se queda con la riqueza que generan las máquinas. Si solo los propietarios de la tecnología concentran los beneficios, incluso con abundancia de bienes podríamos ver una desigualdad extrema.

Solomon advierte de que, sin mecanismos de reparto claros, la riqueza generada por la automatización puede quedar encerrada en manos de unos pocos, dejando fuera al resto de la población. En ese caso, el escenario de “trabajo opcional” sería real solo para una minoría muy rica, mientras que muchas personas seguirían dependiendo de empleos mal pagados o de ayudas insuficientes para mantener una vida digna.

Cómo te afectaría un futuro con robots trabajando y sin una renta alta universal asegurada

Si conectamos todas estas piezas, la pregunta clave es bastante directa: ¿vas a poder vivir sin trabajar si la automatización llega tan lejos como promete Musk, pero los sistemas de reparto de riqueza no cambian al mismo ritmo? A día de hoy, no existen mecanismos sólidos que garanticen una calidad de vida aceptable a quienes pierdan sus tareas automatizables. La mayor parte de las ayudas públicas están diseñadas para cubrir mínimos muy básicos y pensadas para situaciones temporales de desempleo.

En el mejor de los casos, lo que se está discutiendo en muchos países son modelos de renta básica parcial o programas como el Ingreso Mínimo Vital, que buscan evitar la pobreza extrema, pero no ofrecen esa “Renta Alta Universal” que Musk da por sentada. Mientras tanto, millones de tareas se están desplazando de forma silenciosa hacia sistemas de IA, sin que se haya cerrado el debate sobre quién asume la responsabilidad de proteger a las personas que se quedan sin su actividad principal.

El MIT, apoyado en los datos de exposición actual a la IA, propone centrar los esfuerzos en tres frentes muy concretos: cambiar los sistemas de formación para que respondan a las nuevas necesidades del mercado, rediseñar las políticas de empleo para que la recapacitación sea continua y no algo puntual, y mejorar los colchones de seguridad social en los sectores con más riesgo de automatización. Son pasos pensados para un mundo en el que el trabajo sigue existiendo, aunque tenga otra forma.

Por ahora, la distancia entre la utopía de ocio sin preocupaciones que describe Musk y la realidad medible es muy grande. A corto plazo, todo apunta a un escenario mixto: más automatización, más presión sobre ciertos empleos y más necesidad de readaptarse varias veces a lo largo de la vida laboral.

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