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MIT Demuestra el Punto que Andrew Yang Avisó en 2016: la IA Reemplaza Mano de Obra por una Fracción del Coste

 | diciembre 11, 2025 06:40

Cuando lees que el MIT afirma que la inteligencia artificial ya puede reemplazar a millones de trabajadores al mismo coste que una persona, el tema deja de sonar a ciencia ficción y pasa a tocar tu nómina. El estudio, hecho en Estados Unidos, apunta a un cambio laboral que empieza ahora.

Ese detalle llega con el llamado índice Iceberg, una métrica que han diseñado investigadores del MIT para medir en qué trabajos la IA puede hacer hoy la misma tarea que un humano, por el mismo dinero o más barata. No hablan de hipótesis futuras, hablan de lo que ya es viable en empresas reales de distintos tamaños. Y, si lo comparas con tu propia rutina de oficina, quizá empieces a reconocer cosas.

Nueva Generación de Agentes de IA Promete Gestionar Procesos Completos, con un Límite Importante

El índice Iceberg parte de una idea muy simple: si una empresa puede pagar lo mismo o menos por un sistema de inteligencia artificial que por un trabajador, la automatización se vuelve atractiva de inmediato. A partir de ahí, los investigadores calculan qué porcentaje del mercado laboral entra en esa franja peligrosa. La cifra es frágil emocionalmente y contundente en números.

Según el MIT, la inteligencia artificial ya podría sustituir al 11,7 % de los trabajadores estadounidenses sin que las empresas gasten más dinero. Traducido: millones de empleos están en riesgo ahora mismo. No hace falta que la tecnología sea perfecta, basta con que sea “suficientemente buena” y más barata. Y el estudio afirma que eso ya ocurre en muchos puestos concretos.

Para llegar a estas conclusiones, el MIT no ha tirado de teoría abstracta. Los autores analizan más de 800 profesiones reales y las cruzan con los costes de implantar sistemas de IA en compañías grandes, medianas y pequeñas. Incluyen tanto software, como hardware, licencias y mantenimiento. En cada caso calculan cuándo la factura de la IA sale igual o más baja que pagar un salario anual.

El resultado es incómodo para cualquiera que pase su jornada delante de una pantalla. El estudio concluye que la automatización mediante inteligencia artificial ya es rentable para millones de puestos de trabajo, y que la barrera económica, que hasta ahora frenaba muchos proyectos, empieza a caer. El verdadero golpe llega cuando miramos qué tareas son las primeras en caer al agua en este Iceberg.

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Entre las funciones más expuestas, el MIT cita con claridad la atención al cliente, sobre todo en call centers y chats de soporte. Los sistemas de IA ya pueden responder preguntas frecuentes, procesar reclamaciones sencillas y gestionar incidencias estándar sin descanso. En paralelo, la redacción de informes y de contenidos básicos también aparece como campo abonado para los algoritmos.

La lista continúa con labores de análisis de datos de nivel inicial y gestión administrativa. Aquí entran tareas como clasificar información, actualizar bases de datos o revisar formularios. El informe es muy directo: cualquier actividad repetitiva o predecible está en peligro de automatización inmediata. Y si lo piensas, gran parte del trabajo de oficina entra justo en esa descripción.

Cuando miras los perfiles concretos, la foto todavía se endurece más. Empleados administrativos, operadores de call center, analistas junior, redactores de contenido sencillo y gestores de datos aparecen entre los más expuestos. El MIT calcula que estos puestos tienen un riesgo de sustitución por IA del 45 % o incluso superior, algo que ya no se puede despachar como simple alarmismo tecnológico.

El informe va más allá y se atreve con una ventana temporal. Según sus proyecciones, las empresas podrían eliminar muchos de estos puestos en un plazo de tres a cinco años sin perder productividad. El detalle que preocupa es que, desde el punto de vista económico, la ecuación ya encaja: menos coste, producción similar y menos problemas de gestión de personal.

Las razones de este impulso son frías y contables. Los sistemas de inteligencia artificial no se quejan, no piden vacaciones y no exigen subidas salariales. Una vez entrenados y montada la infraestructura, funcionan 24/7 y escalan a demanda. Desde el lado de la empresa, el incentivo es evidente, sobre todo en sectores con márgenes ajustados o alta rotación de personal.

El texto apunta a que muchas compañías tecnológicas y no tecnológicas podrían ahorrar miles de millones de dólares al despedir trabajadores y sustituirlos por sistemas de IA. Para los equipos directivos, este ahorro no es teórico: afecta directamente al resultado trimestral y a la presión de los accionistas. La factura social va en la dirección opuesta.

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Frente a esta visión, hay un grupo de empleos que, al menos por ahora, se considera relativamente a salvo. Los trabajos que requieren contacto físico y presencia en el mundo real se perciben como más seguros a corto plazo. Hablamos de oficios manuales, mantenimiento, reparaciones o ciertas tareas de logística donde la combinación de entorno cambiante y habilidades físicas complica que la IA tome el control por completo.

También parecen más protegidos los empleos que implican una interacción humana compleja, como determinados perfiles sanitarios, psicólogos, docentes con trato cercano o negociadores comerciales. En estos casos, las máquinas pueden ayudar, pero no reemplazar toda la experiencia. El consuelo es relativo cuando lo comparas con los millones de personas que realizan tareas informáticas rutinarias fácilmente automatizables.

Este mapa del MIT encaja casi línea por línea con lo que lleva advirtiendo Andrew Yang desde hace casi una década. El emprendedor estadounidense, que se hizo conocido al presentarse a la presidencia con un programa centrado en la automatización, lleva años alertando de una crisis laboral empujada por la inteligencia artificial y los robots. Hasta ahora, muchos veían sus mensajes como exagerados.

Yang defendió en su campaña ideas como la renta básica universal y nuevas formas de redistribuir la riqueza generada por la automatización. Sin embargo, sus propuestas no lograron un apoyo mayoritario cuando compitió por la Casa Blanca. Con todo, el índice Iceberg parece darle munición renovada: el estudio pone números precisos a lo que él venía diciendo a nivel cualitativo.

Combinando los datos del MIT con las previsiones de crecimiento de la IA, Yang calcula que la inteligencia artificial podría destruir hasta 40 millones de empleos en Estados Unidos en los próximos años. No habla de tareas sueltas, sino de puestos completos sustituidos, sobre todo en sectores que ahora mismo consideramos “de cuello blanco”. Según sus estimaciones, el calendario es ajustado.

Yang sostiene que Estados Unidos debe prepararse para un mercado laboral radicalmente distinto antes de 2030. Entre sus propuestas más llamativas está promover una formación masiva en oficios manuales como respuesta al desplazamiento de trabajos de oficina. Su argumento es sencillo: si la IA arrasa primero con las tareas digitales repetitivas, los oficios que implican manos y presencia física ganan valor.

El emprendedor también impulsa la idea de una renta básica universal para amortiguar la pérdida de empleo por automatización. Plantea que parte de la riqueza generada por los sistemas de inteligencia artificial y los robots debería redistribuirse de manera directa a la población. “No podemos dejar que la automatización cree un país de ganadores absolutos y perdedores permanentes”, repite en sus intervenciones públicas.

Cómo el índice Iceberg del MIT mide qué trabajos puede hacer la inteligencia artificial hoy

Volviendo al MIT, el valor del índice Iceberg es que convierte estos miedos difusos en un cálculo concreto. Para cada una de las más de 800 profesiones estudiadas, los investigadores descomponen las tareas que incluye, desde atender llamadas hasta escribir reportes, y evalúan cuánto de ese trabajo podría hacer la inteligencia artificial con el nivel actual de la tecnología.

Después, cruzan esa capacidad con el coste real de desplegar soluciones de IA, tanto en grandes multinacionales como en pymes. No se quedan solo con lo que cuesta el modelo, también tienen en cuenta servidores, integración con sistemas internos, mantenimiento y supervisión humana. Solo cuando la suma completa sale igual o más barata que el salario, esa parte del trabajo se considera “bajo el agua” en el Iceberg.

Según cuentan los autores, el objetivo no es adivinar el futuro lejano, sino estimar qué partes del mercado laboral son económicamente automatizables hoy. Esa precisión es la que convierte el informe en referencia para economistas y responsables públicos. El propio MIT subraya que su estudio es una confirmación cuantitativa y matemática de temores que ya se habían expresado en foros políticos y académicos.

Qué empleos son más seguros frente a la IA hasta 2030 y qué señales vigilar

Con esta fotografía, la gran pregunta es qué pasará en los próximos tres a cinco años, que es la ventana que el informe considera crítica. Si ves que tu trabajo se basa sobre todo en seguir procedimientos claros, rellenar pantallas o responder siempre a las mismas dudas, el riesgo de automatización es alto. El MIT llega a plantear que muchas empresas eliminarán estos puestos sin perder productividad visible.

En el lado contrario, los empleos con fuerte componente físico o manual, desde instaladores hasta ciertos técnicos especializados, aparecen como relativamente seguros en el corto plazo frente a la inteligencia artificial. También los roles donde el vínculo emocional, la negociación compleja o la confianza personal son clave. Incluso en estos sectores, la IA podría entrar como apoyo parcial y cambiar tareas concretas.

El problema de fondo que señala el artículo es que, a día de hoy, no existe un plan real y efectivo para ayudar a esos trabajadores desplazados a encontrar un nuevo empleo. Ni Estados Unidos ni la mayoría de países tienen todavía programas a la escala que exige un escenario en el que millones de personas pierdan su trabajo de forma directa por la automatización. Y la fecha de 2030 se va acercando a buen ritmo.

En cualquier caso, el mensaje conjunto del índice Iceberg y de Andrew Yang es incómodo pero claro: la inteligencia artificial no solo transformará el trabajo, también va a borrar muchos empleos actuales. Mientras las empresas tecnológicas se preparan para ahorrar miles de millones sustituyendo personas por sistemas automáticos, tú vas a poder mirar tu propio puesto con otra lupa y preguntarte cuánto de lo que haces cada día es repetitivo, predecible y fácil de imitar por una máquina.

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