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Europa Investiga a Google por Entrenar su IA con Contenidos Web Mientras Intenta Alcanzar a OpenAI

 | diciembre 24, 2025 22:56

La Comisión Europea ha puesto oficialmente el foco en Google y la forma en que entrena su inteligencia artificial con contenidos de la web y de YouTube. El caso arranca en Bruselas y afecta a toda la Unión Europea, y lo que está en juego no es solo una multa, sino cómo se reparte el poder en la era de la IA.

El expediente gira en torno a una pregunta muy concreta: ¿ha usado Google textos, vídeos y datos públicos para sus sistemas de IA sin un consentimiento real de los editores que los publican en internet?

En el centro de la investigación están funciones como AI Overviews y el modo conversacional del buscador. Estas herramientas de inteligencia artificial no se limitan a mostrar enlaces, sino que recogen la información de muchas webs, la mezclan en una respuesta directa y se la entregan al usuario sin que tenga que salir de Google. Justo este cambio en el comportamiento del usuario es lo que más preocupa a editores y plataformas que viven de las visitas online.

Último Update de Google Discover pone en jaque el tráfico web tradicional

Bruselas quiere saber si Google ha recurrido de forma sistemática al scraping, es decir, a leer y copiar de forma automatizada contenidos públicos, para entrenar los modelos que hacen posibles esos resúmenes en el buscador. El matiz clave es que esos mismos contenidos, que vienen de medios, blogs y creadores, compiten luego con la propia respuesta generada por la IA de Google por tu atención, tu clic y la publicidad asociada.

Lo que se plantea es hasta dónde puede llegar una gran tecnológica cuando controla casi todo el ciclo: el acceso a la información (el buscador), el canal de distribución (Android, Chrome, YouTube) y ahora también la capa de IA que interpreta y empaqueta ese contenido.

La Comisión Europea sostiene que tiene más claro que Google dónde empiezan y acaban los límites en el uso de datos y de poder de mercado en inteligencia artificial. Según fuentes comunitarias consultadas por medios especializados y recogidas en documentos oficiales, la investigación no se queda en posibles infracciones de derechos de autor. Se analiza si hay un abuso de posición dominante parecido al que ya se describió en Estados Unidos en una sentencia antimonopolio contra la compañía en 2023.

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Tales cifras empiezan a dar la razón a los editores: muchos medios digitales y creadores hablan de caídas de tráfico de dos dígitos en apenas unos meses, desde que las funciones de IA empezaron a expandirse en el buscador. Menos visitas significa menos impresiones publicitarias y menos ingresos, hasta el punto de que, como cuentan algunos editores europeos, el dinero “no llega a entrar” aunque el contenido siga siendo igual de bueno.

El problema es también estructural. Google estaría usando el trabajo de terceros para reforzar un producto de inteligencia artificial que compite directamente con esos mismos terceros por tráfico, visibilidad y monetización. Es como si un escaparate copiara los diseños de todas las tiendas de la calle y luego mostrara sus propios maniquíes en lugar de invitarte a entrar en cada comercio.

Para entender por qué la Unión Europea ve aquí un posible monopolio, hay que mirar la ventaja de salida de Google. Entrenar modelos de lenguaje a gran escala exige volúmenes enormes de datos diversos, recientes y de alta calidad. Google lleva décadas indexando la web, gestiona YouTube, domina Android en los móviles y controla uno de los mayores ecosistemas publicitarios del planeta.

Si la empresa puede reutilizar todo ese contenido para entrenar sistemas como AI Overviews sin ofrecer mecanismos claros de exclusión o compensación, la barrera de entrada para otros actores se vuelve casi infranqueable. Un nuevo rival no solo tendría que desarrollar modelos avanzados, también encontrar una manera legal y viable de conseguir datos frescos a la escala que ya tiene Google. Esa diferencia de partida es la que muchos expertos ven como la base de un monopolio.

La defensa de Google no se queda callada. La compañía insiste en que estas tecnologías mejoran la experiencia del usuario porque te dan respuestas más rápidas, contextuales y completas, y reduce el tiempo que pierdes saltando de una página a otra. También sostiene que limitar el uso de datos públicos podría frenar la innovación en Europa justo cuando la región intenta no quedarse atrás frente a OpenAI, Microsoft o Anthropic.

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Los reguladores no niegan que la IA generativa aporte valor, pero remarcan que no puede haber una innovación sostenible si se apoya en un desequilibrio permanente entre quienes crean el contenido y quienes lo explotan y monetizan mediante capas superiores de software e inteligencia artificial. En palabras de un experto citado en informes comunitarios, “cuando el intermediario gana siempre, el creador deja de tener motivos para seguir creando”.

La UE quiere evitar que se repita el patrón de otras olas tecnológicas, donde las grandes plataformas se apropiaron de la mayor parte del valor y dejaron a los creadores y editores con un trozo cada vez más pequeño del pastel publicitario.

Cómo la investigación de la UE sobre la IA de Google cambia el negocio de editores y creadores

Uno de los puntos más delicados del caso es comprobar si los editores y creadores tienen una alternativa real. Sobre el papel, Google ofrece ciertas opciones técnicas para limitar el rastreo o el uso de contenidos con fines de entrenamiento de IA. Pero la gran pregunta es si rechazarlas es una decisión libre o si, en la práctica, se convierte en una condición implícita para seguir apareciendo en el buscador con normalidad.

Cómo la investigación de la UE sobre la IA de Google puede cambiar el negocio de editores y creadores

Si la presencia en Google exige de facto permitir que tu contenido se use para entrenar y alimentar funciones de IA, la “elección” deja de ser una opción y pasa a ser una relación de dependencia estructural. Casi ningún medio, tienda online o creador puede permitirse desaparecer de los resultados del buscador, porque buena parte de su tráfico llega precisamente por esa vía. Esa posición de fuerza es la que se investiga ahora como posible abuso.

La Comisión también quiere entender si Google ha informado de forma clara y comprensible de qué se hace con los datos y qué riesgos tiene decir que no. Muchos editores se quejan de que las políticas cambian con frecuencia y de que las herramientas para excluirse son confusas, técnicas o poco visibles. Será complicado demostrar hasta qué punto esa falta de transparencia se traduce en un daño directo y cuantificable.

Otro ángulo clave del expediente es el impacto en la competencia global de inteligencia artificial. La investigación llega en un momento de carrera salvaje entre OpenAI, Microsoft, Anthropic y otros actores por modelos cada vez más grandes, caros y dependientes de datos frescos. En ese escenario, el acceso privilegiado de Google a la web, a Android y a YouTube se convierte en una ventaja estratégica de primer orden, no en un detalle técnico que se pueda ignorar.

Ya hubo un precedente relevante en Estados Unidos, donde un tribunal describió a Google como monopolio en ciertas áreas del mercado de búsquedas y publicidad. El autor del análisis sugiere que, si Bruselas confirma ahora un abuso vinculado al uso de datos para IA, el resultado podría ser similar para la Unión Europea.

Qué podría pasar si Bruselas interviene en el uso de datos para entrenar IA en Google

Si la UE decide intervenir con fuerza, las consecuencias irían bastante más allá de Google. Cualquier norma que obligue a pedir permisos explícitos, ofrecer compensaciones económicas o abrir mecanismos de exclusión sencillos marcaría un precedente regulatorio para todo el sector de la IA. Otros gigantes como Microsoft u OpenAI tendrían que revisar sus acuerdos de datos y sus propias prácticas de scraping.

Por otra parte, un marco claro podría dar algo de oxígeno a medios y creadores, que verían reconocido el valor de sus contenidos en el entrenamiento de modelos. Con todo, nadie espera cambios inmediatos: la investigación está todavía en fase inicial y los procesos antimonopolio de este tipo suelen alargarse durante años. A corto plazo, lo más probable es que veamos ajustes en políticas de privacidad y avisos más visibles sobre el uso de datos.

Mientras tanto, la gran incógnita sigue abierta: ¿llega esta reacción regulatoria a tiempo o el equilibrio competitivo ya se ha desplazado demasiado a favor de Google y de unos pocos grandes actores? Lo que está claro es que el uso de contenidos web para entrenar inteligencia artificial, con AI Overviews y el modo conversacional en el centro, va a seguir siendo un campo de batalla clave entre Big Tech, reguladores y quienes crean el contenido del que todos dependen.

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