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Altman Quería un ID Digital con Millones de iris, Pero World no Llega al 2% y la Dificultad que lo Frena es Evidente

 | noviembre 25, 2025 23:51

El plan sonaba casi de ciencia ficción: crear una identidad digital global escaneando el iris de mil millones de personas y pagándoles con criptomonedas. El proyecto se llama World, está impulsado por Sam Altman (CEO de OpenAI) y desde 2023 recorre el mundo con sus esferas metálicas, los Orbs. Pero un detalle rompe el relato futurista: por ahora no ha llegado ni al 2 % del objetivo.

Desde su lanzamiento público en 2023, World ha logrado registrar unos 17,5 millones de personas repartidas por varios países. El sistema funciona siempre igual: tú vas físicamente a una oficina o punto de escaneo, te colocas frente al Orb, este escanea tus ojos y genera un código único llamado World ID. Ese código se guarda como tu identidad digital verificada, y permite recibir tokens de Worldcoin.

Desde 2023 World ha registrado 17,5 millones de personas por varios países

Sobre el papel, la promesa es potente: una identidad global que solo tú puedes tener, imposible de falsificar y útil para moverte por servicios en línea. Falta una pieza clave que el propio proyecto todavía no ha resuelto del todo: para qué necesitas tú exactamente ese World ID en tu día a día y por qué deberías fiarte de entregarle tu iris a una empresa privada. El problema no es menor, porque el sistema depende de que mucha gente acepte ese trato.

Para entender la apuesta, conviene ver qué ofrece World a cambio. Cada persona que pasa por el Orb recibe acceso a la aplicación oficial y un número de tokens de Worldcoin. Ahora mismo, cada token ronda los 0,60 euros de valor, una cifra llamativa pero no especialmente alta si la comparas con el tiempo, el desplazamiento y el riesgo percibido de ceder tus datos biométricos. En algunos países este incentivo económico pesa mucho.

La compañía insiste en que todo gira alrededor de la identidad digital, no solo de la moneda. El World ID se plantea como una especie de “pasaporte” para demostrar que eres una persona real y no un bot, y que no estás creando cien cuentas falsas para aprovechar promociones o manipular votaciones en línea. Las funciones son más bien experimentales todavía, y ahí empieza otra gran duda que arrastra el proyecto.

Varios expertos en fintech y criptomonedas coinciden en ese punto. Nick Maynard, vicepresidente de investigación en Juniper Research, considera que World todavía no ha demostrado un caso de uso claro que genere tracción masiva. En sus palabras, el proyecto necesita un propósito real y evidente para existir, y ese propósito aún no está bien definido. Mientras no aparezca algo muy concreto que tú quieras hacer con tu World ID, la adopción seguirá siendo lenta.

Este freno de utilidad se junta con un muro regulatorio complicado. Desde 2023, autoridades de todo el mundo miran a World con desconfianza, sobre todo por la combinación de biometría, criptomonedas y una estructura corporativa repartida entre varias jurisdicciones opacas. Esa mezcla ha generado vetos, órdenes de suspensión y hasta redadas policiales en varios países clave para el crecimiento del proyecto.

España, Hong Kong, Portugal, Indonesia, Alemania y Brasil han aplicado vetos temporales, suspensiones o medidas cautelares que limitan o bloquean el escaneo de iris. En Kenia, uno de los primeros mercados en los que World se expandió, las autoridades prohibieron el proyecto apenas un mes después de su llegada. En Filipinas, en octubre se ordenó el cese de operaciones, y en Colombia se obligó a detener actividades y a borrar los datos ya recopilados en territorio nacional.

El caso de Alemania es especialmente sensible, porque allí está una de las sedes de Tools for Humanity, la empresa que desarrolla la tecnología de World. Los reguladores alemanes concluyeron que las protecciones de datos del sistema no alcanzan un nivel de seguridad adecuado frente a ciberdelincuentes o incluso actores estatales. Es decir, se teme que alguien pueda acceder a esos datos biométricos y usarlos con fines muy distintos a los prometidos.

En Tailandia, las autoridades llegaron a organizar redadas y arrestar a sospechosos ligados a un negocio de activos digitales sin licencia, conectado con actividades de World. Y en China, el propio Ministerio de Seguridad del Estado lanzó una advertencia rotunda: la recogida masiva de datos de iris con fines de criptomonedas puede convertirse en una amenaza para la seguridad nacional. Son señales claras de que la identidad digital basada en biometría ocular toca nervios muy sensibles.

El proyecto tampoco se libra de críticas internas. Un exempleado acusó a World de “crear la enfermedad y también la cura”, en referencia a la idea de que la empresa primero exagera el problema de la identidad digital en línea y luego se presenta como la única solución válida. Esa frase resume bien la desconfianza de parte del sector hacia una iniciativa que mezcla visión futurista, incentivos económicos y una gran recogida de datos personales.

Cuando miras la estructura empresarial, el rompecabezas se complica. Tools for Humanity, con sede en San Francisco y Múnich, desarrolla la tecnología y fabrica los Orbs. La supervisión global del proyecto recae en la World Foundation, registrada en las Islas Caimán, mientras que la distribución de los tokens de Worldcoin está en manos de World Assets Limited, con base en las Islas Vírgenes Británicas. Son tres entidades, en tres jurisdicciones, compartiendo un mismo proyecto de identidad digital.

Aun con esa complejidad, los inversores han respondido con entusiasmo. World ha logrado recaudar cerca de 240 millones de dólares de firmas de capital riesgo de primer nivel, entre ellas Andreessen Horowitz, Bain Capital y Khosla Ventures. La valoración de la compañía ronda ya los 2.500 millones de dólares, una cifra que choca con la realidad de sus ingresos actuales y con la adopción limitada de su identidad digital global.

Desde dentro, no todo el mundo ve sostenible esta ecuación. Un exempleado ha contado que hay dudas serias sobre si las tarifas actuales bastarán para alcanzar la rentabilidad. Según su testimonio, el futuro financiero de World depende, en gran medida, de que el dinero de los inversores siga llegando de forma constante. Es decir, el proyecto se mantiene a base de expectativas sobre lo que podría llegar a ser.

Cómo funciona World ID: el modelo de negocio de Worldcoin sigue en el aire

Si tú decides entrar en el sistema, World no te cobra nada por crear tu World ID ni por usar sus plataformas. A cambio de tu iris, declaradamente no hay un precio directo. El CEO, Alex Blania, ha prometido que la empresa no se convertirá en intermediaria de datos personales y que no venderá tu información biométrica. La desconfianza no desaparece solo con una promesa.

Cómo funciona World ID: el modelo de negocio de Worldcoin sigue en el aire

El dinero llega por otras vías. World recibe tarifas de verificación, conocidas como World ID fees, cuando aplicaciones externas usan su sistema para confirmar identidades. También gana comisiones por permitir que terceros alquilen o compren sus propios Orbs y monten puntos de escaneo independientes. Y suma una tercera fuente de ingresos al cobrar por el procesamiento de transacciones en su propia blockchain, llamada World Chain.

Sobre el papel, tienes un ecosistema: un dispositivo físico (el Orb), la identidad digital (World ID), la criptomoneda (Worldcoin) y la infraestructura técnica (World Chain). El problema es que muchos analistas dudan de que haya suficientes incentivos reales para que todo esto se mantenga sólo con las comisiones. Martha Bennett, analista principal en Forrester, lo resume así: no ve motivos claros para que alguien compre o arriende un Orb salvo ganar dinero escaneando muchos ojos.

Para los usuarios, la imagen es parecida. Según Bennett, el principal atractivo actual para la mayoría de personas es conseguir más monedas de Worldcoin. No piensan tanto en la identidad digital futura, sino en la recompensa inmediata. Esa mentalidad encaja con cómo World ha intentado crecer hasta ahora: buscando de forma agresiva mercados emergentes donde la promesa de criptomonedas gratuitas sea especialmente persuasiva para poblaciones con pocos recursos.

En México, por ejemplo, los operadores locales que gestionaban los locales con Orbs asumían casi todos los costes del negocio. Tools for Humanity solo cubría el alquiler durante el primer año, de modo que el resto de gastos recaía en los socios sobre el terreno. Muchos tiraron de ahorros, de préstamos o incluso de dinero familiar para abrir tiendas y captar usuarios dispuestos a entregar su iris a cambio de tokens.

Uno de ellos, Luis Ruben De Valadéz, ex jefe de operaciones de World en México, ha contado que tuvo que reunir unos 100.000 pesos mexicanos, unos 4.705,75 euros, de familiares y amigos para abrir siete puntos de escaneo en Ciudad de México. Los operadores independientes cobraban sobre todo en comisiones pagadas en Worldcoin, lo que les obligaba a confiar en el valor futuro de la criptomoneda para recuperar su inversión inicial.

Cerca de muchas estaciones con Orbs, empezaron a aparecer casas de cambio improvisadas donde la gente convertía inmediatamente sus tokens en efectivo. Esa escena se repitió también en ciudades de Argentina, donde organizadores externos llegaron a fletar autobuses enteros con personas que viajaban solo para escanearse el iris a cambio de dinero. En la práctica, World se comportaba como una campaña de captación masiva con un gancho muy concreto: “ven, da tus datos y te pagamos”.

Esta forma de expansión encaja con lo que exempleados describen como una estrategia de crecimiento agresiva en mercados emergentes. El foco no estaba tanto en convencer a usuarios expertos en tecnología, sino en llegar a grupos donde unos pocos euros en tokens pudieran marcar la diferencia. Ese enfoque ha alimentado el debate ético sobre si World se aprovecha de la vulnerabilidad económica de ciertas comunidades para recolectar datos biométricos muy sensibles.

Qué futuro real puede tener la identidad biométrica de Worldcoin frente a reguladores y usuarios

Para intentar salir de ese nicho, World se ha lanzado a firmar acuerdos con empresas consolidadas. Un ejemplo es el programa piloto con Match Group para verificar usuarios de Tinder en Japón, donde el World ID serviría para demostrar que detrás del perfil hay una persona real. También se han anunciado colaboraciones con la plataforma de pagos Stripe, con Visa y con la empresa de gaming Razer, siempre con la misma idea: usar la identidad digital de World como capa extra de confianza.

Incluso plataformas sociales como Reddit han mantenido conversaciones para valorar si integrarían el sistema de verificación de World en su ecosistema. Si alguna de estas alianzas termina extendiéndose a gran escala, tú podrías ver el World ID como un botón más de “verificado” junto a tu usuario, algo parecido a los sellos que ya existen en redes sociales, pero conectado a tu iris. El problema es que, por ahora, son más pruebas que realidad cotidiana.

En paralelo, la criptomoneda Worldcoin tampoco deslumbra como activo financiero fuerte. Con una capitalización de mercado de unos 2.000 millones de dólares, sigue siendo pequeña comparada con gigantes como Bitcoin o incluso con monedas estables ligadas al dólar. El profesor Nikhil Bhatia, experto en criptomonedas de la Universidad del Sur de California, la define como un experimento o una posible moda pasajera, y remata que Worldcoin no compite seriamente ni con el dólar ni con Bitcoin.

Mientras tanto, World se ha fijado un nuevo objetivo ambicioso: añadir 100 millones de registros más durante el próximo año. Esa meta circula ya entre fuentes citadas por el New York Post y pretende demostrar que la fase inicial de “solo 17,5 millones de usuarios” es solo el principio. El gran freno es que cada usuario nuevo tiene que ir físicamente a un Orb, lo que complica la escalabilidad, comparado con servicios puramente digitales.

La necesidad de que tú te desplaces a una oficina, hagas cola y te sometas al escaneo del iris convierte cada alta en un pequeño acto burocrático. No basta con descargarte una app y verificar un correo. Y si a eso le sumas que algunos de los países más poblados del mundo miran al proyecto con recelo o lo han bloqueado, el reto de llegar a cientos de millones de personas parece, como mínimo, muy cuesta arriba.

El proyecto biométrico de Sam Altman aspira a algo enorme: que el World ID se convierta en una especie de capa básica de identidad en Internet, ligada a tu iris y aceptada por bancos, redes sociales o plataformas de pago. Por ahora lo que se ve es un sistema que avanza despacio, rodeado de preguntas éticas, obstáculos regulatorios y un modelo de negocio que todavía no convence como rentable a largo plazo.

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