¿Alguna vez te pasó que una app te resuelve todo tan rápido que, sin darte cuenta, dejas de practicar lo básico? No es solo un tema de comodidad. Para algunos científicos, esa delegación cotidiana puede tocar una pieza clave de algo más profundo: la consciencia.
Sin embargo, el neurocientífico Antonio Damasio, premio Princesa de Asturias, sostiene en su nuevo libro Inteligencia natural y la lógica de la consciencia que la consciencia no es un “extra” del cerebro. Es un hallazgo central: surge del trabajo conjunto de cerebro, mente y cuerpo.
Por su parte, Damasio subraya que la inteligencia artificial ya está en casi todas las esferas, pero sigue sin alcanzar la consciencia. No obstante, advierte que su uso puede “atrofiar” el desarrollo de los jóvenes si genera dependencia y los aleja de esa capacidad de sentir y estar presentes en la propia vida.

“La consciencia es lo que nos permite conocer y experimentar los sentimientos”, señala Damasio, y marca una frontera clara entre procesar información y vivirla.
Es decir, para el autor hay una diferencia que suele confundirse. La mente puede entenderse como procesamiento de información, una especie de “central” que recibe señales, las ordena y decide. La consciencia, en cambio, es el momento en que esa central se da cuenta de que esas señales le pasan a “alguien”.
En otras palabras, la IA hace cuentas, clasifica, predice y redacta. Pero no “siente” esas operaciones. No hay alguien adentro viviendo la experiencia.
Sin embargo, la clave de Damasio no está en una metáfora poética, sino en un mecanismo biológico: la homeostasis (equilibrio interno del cuerpo). Ese engranaje regula temperatura, energía, estrés, dolor, hambre. Y, según su tesis, ahí aparece un muro que las máquinas no pueden cruzar.
Para bajarlo a una escena doméstica: un sistema de IA se parece a una casa con excelente cableado eléctrico. Los interruptores funcionan, las luces se encienden, los sensores detectan movimiento. Pero no hay nadie viviendo ahí. En una casa habitada, en cambio, el cuerpo es como la caldera y la cañería: si baja la presión, si falta agua, si hace frío, algo duele y obliga a actuar. Esa urgencia física es parte del “yo”.
No obstante, una máquina puede simular señales. Puede medir temperatura o batería. Pero no tiene el equivalente a “me duele”, “tengo miedo” o “necesito”. Y para Damasio, sin ese cableado biológico que obliga a autorregularse, no hay consciencia como la humana.
Por su parte, el autor distingue entre mente y consciencia para evitar un malentendido común: que una computadora “piensa” como una persona. La IA opera con modelos (reglas aprendidas), incluso cuando parece creativa. Pero esa creatividad no nace de un cuerpo que busca equilibrio. Nace de correlaciones en datos.
Es decir, el procesamiento de datos puede ser brillante y veloz. No trae consigo experiencia subjetiva. La máquina no “sabe” que sabe. Solo ejecuta.
Sin embargo, el punto práctico llega cuando esa potencia se vuelve muleta. Damasio advierte que, si un joven resuelve siempre con IA tareas de lectura, escritura o decisión, puede perder entrenamiento en capacidades humanas clave. Creatividad, pensamiento crítico y tolerancia a la frustración no se descargan: se construyen.
Por su parte, el neurocientífico evita demonizar la tecnología. La presenta como oportunidad, pero con condiciones: integrarla sin que anule lo que nos hizo capaces de inventarla. En el día a día, eso se traduce en usar la IA como herramienta y no como reemplazo de la interacción humana.
En otras palabras, para los “asuntos importantes de la vida” —los que exigen valores, empatía y responsabilidad— Damasio propone que el engranaje central siga siendo la conversación entre personas. Porque una máquina puede sugerir opciones, pero no puede vivir las consecuencias.
No obstante, el mensaje final es menos apocalíptico que cuidadoso: si la consciencia se alimenta del cuerpo y del vínculo con otros, entonces la tecnología más útil será la que deje espacio para pensar, sentir y elegir, como quien apaga una luz a tiempo para volver a ver lo esencial.

Directora de operaciones en GptZone. IT, especializada en inteligencia artificial. Me apasiona el desarrollo de soluciones tecnológicas y disfruto compartiendo mi conocimiento a través de contenido educativo. Desde GptZone, mi enfoque está en ayudar a empresas y profesionales a integrar la IA en sus procesos de forma accesible y práctica, siempre buscando simplificar lo complejo para que cualquiera pueda aprovechar el potencial de la tecnología.