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Corea del Sur Suspende su Apuesta por Libros de Texto con IA y la Razón Inquieta al Sistema Educativo

 | diciembre 3, 2025 21:44

En junio de 2023, el gobierno de Corea del Sur lanzó el “Plan de Promoción de Libros de Texto Digitales con IA” con una promesa muy clara: transformar las aulas con 76 libros creados con inteligencia artificial. La idea sonaba potente, afectaba a miles de estudiantes y ponía a prueba hasta dónde puede llegar la IA en la enseñanza formal.

El proyecto, impulsado por el entonces presidente Yoon Suk Yeol y coordinado con alrededor de una docena de editoriales, se presentó como un gran salto tecnológico en el sistema educativo surcoreano. Los nuevos libros con inteligencia artificial se usaban en materias clave, como matemáticas, inglés y programación, y se ofrecieron a partir del inicio del curso escolar en marzo en miles de centros repartidos por el país.

Libros de texto generados por IA

La promesa oficial era ambiciosa: con estos libros de texto generados por IA, cada alumno iba a poder seguir un aprendizaje más personalizado, adaptado a su ritmo y a sus fallos. Al mismo tiempo, el gobierno defendía que los docentes verían reducida su carga de trabajo y que el sistema podría reaccionar mejor ante el riesgo de abandono escolar. Sobre el papel, la mezcla de IA y educación parecía cuadrar.

Las autoridades contaban, además, con otro argumento muy repetido cuando se habla de inteligencia artificial: aseguraban que esta tecnología iba a poder acelerar todo el proceso editorial. En teoría, las editoriales producirían nuevos contenidos más rápido, más baratos y con más variaciones para distintos perfiles de estudiante. Esa promesa se empezó a romper muy pronto.

En la práctica, en las aulas aparecieron los primeros problemas casi desde el arranque. Profesores y estudiantes comenzaron a detectar errores en los contenidos de los libros de texto con IA: explicaciones incorrectas, ejemplos poco claros y ejercicios mal planteados. En materias como matemáticas, donde un fallo de enunciado puede tirar por tierra una clase entera, el impacto fue inmediato y muy frustrante.

Esos fallos de contenido no llegaron solos. A los errores se sumaron dificultades técnicas serias para usar los nuevos libros digitales. Muchos alumnos se encontraban con plataformas que cargaban lento, actividades que no se guardaban bien y herramientas que se colgaban en mitad de la explicación. El resultado fue justo lo contrario a lo que vendía el programa: más tiempo perdido y más estrés para todos.

Un estudiante de secundaria, citado por medios surcoreanos, explicó que todas sus clases se retrasaban por fallos técnicos ligados a estos materiales con inteligencia artificial. Ese mismo alumno admitía que ni siquiera tenía claro cómo usar bien los nuevos libros digitales. Cuando el propio usuario final, que suele adaptarse rápido a la tecnología, se siente perdido, la señal es clara.

Muchos alumnos se encontraban con plataformas que cargaban lento,

Del lado del profesorado, las sensaciones eran muy parecidas. Un profesor de matemáticas contó que le resultaba especialmente complicado supervisar el progreso del alumnado usando estos libros de texto con IA durante las sesiones. Comentaba que la información de seguimiento era confusa y que el sistema no encajaba bien con la forma habitual de dar clase. Su valoración final fue tajante: consideraba que la calidad general del material era baja y que todo estaba hecho con prisas.

Ese choque con la realidad también afectó a las promesas sobre el sector editorial. El gobierno defendía que la inteligencia artificial iba a poder agilizar la creación de libros de texto, pero al menos una de las editoriales implicadas sufrió precisamente lo contrario: retrasos significativos en lugar de la aceleración anunciada. Preparar contenidos con IA, revisarlos y convertirlos en un producto escolar válido resultó mucho más lento de lo esperado.

Todo esto se acumuló sobre un programa que ya venía tocado desde su anuncio. El entonces ministro de Educación, Lee Joo-ho, avanzó en un primer momento que estos libros de texto con IA serían obligatorios por ley, algo que encendió alarmas entre juristas, docentes y familias. Tras recibir oposición de tipo legal y social, el gobierno giró sobre la marcha y convirtió el plan en una prueba voluntaria de un año. El inicio ya no era precisamente tranquilo.

Una vez en marcha, la prueba piloto se extendió a 4.095 escuelas. Miles de profesores empezaron a convivir con los nuevos libros de texto generados automáticamente. Durante los primeros cuatro meses se fueron acumulando quejas sobre errores, problemas técnicos y carga extra de trabajo para adaptar las clases a la nueva herramienta.

En octubre, solo cuatro meses después del despliegue efectivo, llegó el giro clave. El gobierno decidió reclasificar estos libros de texto con IA como “materiales suplementarios”, lo que en la práctica equivalía a suspender el plan original. A partir de ese momento, cada docente podía decidir libremente si los usaba o no en su asignatura, sin obligación alguna de integrarlos en el currículo principal.

Por qué Corea del Sur ha pasado de apostar por libros de texto con IA a dejarlos como material extra

Esa reclasificación tuvo efectos muy rápidos. Una vez que los libros con inteligencia artificial dejaron de ser obligatorios, muchas escuelas aprovecharon la nueva libertad para salirse del experimento. A mediados de noviembre, más de la mitad de los 4.095 centros que se habían inscrito al principio ya se habían retirado del programa, cansados de los problemas diarios en clase.

Por qué Corea del Sur ha pasado de apostar por libros de texto con IA a dejarlos como material extra

En la práctica, esa salida masiva convirtió el experimento en un fracaso. El plan que iba a demostrar cómo la IA podía transformar el sistema educativo surcoreano se quedaba reducido a un conjunto de recursos opcionales, poco usados y con mala fama entre gran parte de los profesores. La promesa de un aprendizaje personalizado, con menos trabajo para el docente y menos abandono escolar, no llegó a cumplirse.

La presión no solo venía del aula. Las cifras económicas detrás del proyecto eran enormes. Las editoriales habían invertido en conjunto alrededor de 567 millones de dólares para producir los 76 libros y las herramientas asociadas. El compromiso económico del gobierno con el plan ascendía a unos 850 millones de dólares. Con este nivel de gasto, cambiar de rumbo en pocos meses abría un conflicto serio.

Ante la degradación de los libros de texto con IA a materiales suplementarios, las editoriales reaccionaron con contundencia. Crearon el llamado “Comité de Respuesta de Emergencia de Libros de Texto de IA” para defender sus intereses y tratar de salvar lo que quedaba del programa. No se limitaron a protestar en medios, dieron un paso más en el terreno legal.

Según el medio surcoreano The Fact, este comité presentó una petición constitucional contra el gobierno. En ese documento reclaman que se revierta la decisión de reclasificar los libros y que se restablezca el plan original. Su argumento central es que la nueva situación amenaza su supervivencia económica, después de haber diseñado toda una estrategia empresarial en torno a este proyecto con inteligencia artificial.

En este punto entra en juego el sistema judicial surcoreano. El futuro del programa y de las reclamaciones de las editoriales quedará en manos de los tribunales, que tendrán que valorar si el gobierno actuó dentro de la ley al cambiar el estatus de los libros o si, como sugieren las empresas, rompió unas expectativas legítimas creadas por sus propias políticas.

Qué nos enseña este fracaso de Corea del Sur sobre el uso de IA en la educación

Lo interesante para cualquiera que mira cómo se usa la inteligencia artificial hoy en las aulas es el contraste entre el discurso y la realidad. Corea del Sur es un país con fuerte infraestructura digital y experiencia en tecnología, pero ni así ha logrado que unos libros de texto generados con IA funcionen bien en tan poco tiempo. La enseñanza formal necesita algo más que buenas presentaciones y promesas.

Este caso muestra que la inteligencia artificial todavía está lejos de ser una herramienta plenamente fiable para la educación reglada. En casa, como estudiante, vas a poder apoyarte en servicios de IA para resolver dudas rápidas, resumir textos o practicar idiomas. Cuando hablamos de currículos oficiales, exámenes y miles de alumnos, los errores de contenido y los fallos técnicos dejan de ser un detalle menor.

Corea del Sur lo ha aprendido en solo cuatro meses de pruebas, con un coste millonario y un mensaje claro para cualquiera que quiera llevar la IA a clase sin mirar los riesgos.

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