¿Alguna vez sentiste que tu trabajo cambia más rápido que tu agenda? Un día aprendes una herramienta nueva y al siguiente aparece otra que “lo hace todo”. En medio de esa presión, la pregunta no es solo qué sabe hacer una máquina, sino qué te conviene fortalecer a vos.
Sin embargo, la futurista Alexandra Whittington, de Tata Consultancy Services (TCS), sostiene que el hallazgo clave no está en una función escondida de la inteligencia artificial, sino en un mecanismo humano: adaptabilidad, creatividad y comprensión social para seguir siendo relevante mientras la IA se vuelve central.

Por su parte, el informe “Habilidades del futuro” de Santander revela un dato que funciona como alarma y oportunidad a la vez: el 58% de las personas cree que su conocimiento será la pieza clave para acceder y mantenerse en el mercado laboral. No obstante, también admite que la formación recibida para esas habilidades es insuficiente, y una de cada tres personas teme ser sustituida por la IA.
“La tecnología cambia cómo hacemos las cosas. Pero las personas marcan la diferencia en el resultado”, señala Whittington al describir el engranaje real del futuro del trabajo.
Es decir, la IA puede parecer un motor nuevo instalado en una oficina vieja. Acelera procesos, automatiza tareas y sugiere ideas. Pero si el “cableado” humano —la forma de decidir, comunicar y cuidar— está flojo, el sistema no se vuelve más inteligente: se vuelve más rápido y más caótico.
En otras palabras, pensar la IA como una central eléctrica ayuda a entender el reparto de responsabilidades. La máquina puede encender luces y optimizar consumo. Sin embargo, alguien tiene que decidir qué habitaciones se iluminan, por qué y para quién. Ahí entran la ética y la sensibilidad al entorno como interruptores que ninguna automatización debería manejar sola.
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Sin embargo, la creatividad aparece como otra pieza clave. La IA generativa (modelos que producen texto o imágenes) puede proponer variaciones y combinaciones. Pero, según la futurista, no iguala la imaginación humana, esa que conecta experiencias, contexto y propósito, incluso cuando no hay datos perfectos.
Por su parte, el estudio “Trabajando hacia el futuro” de TCS suma una cifra nítida: el 90% de los futuristas cree que la IA tendrá un impacto positivo en el trabajo. Es decir, el escenario no es solo de reemplazo, sino de reconfiguración, con tareas que cambian de forma y con nuevas expectativas dentro de las empresas.
En otras palabras, el trabajo se está moviendo de “solo ganar dinero” a algo más social e identitario. Whittington afirma que tenderá a definirse más por quién es una persona y quién quiere llegar a ser, y menos por un título rígido. Ese cambio, advierte, obliga a revisar prestaciones y formatos, especialmente para generaciones que rechazan lo rutinario.
No obstante, hay un punto que aparece como clave práctica: la formación continua dejó de ser opcional. Ocho de cada diez personas planean seguir ampliando habilidades, pero un 38% siente que su educación no las preparó bien. Whittington es categórica con un mensaje que incomoda, pero libera: hay que “desaprender” la idea de que estudiar termina cuando termina la escuela.
Sin embargo, para no quedarse en frases motivacionales, el informe de Santander muestra hacia dónde mira la demanda, al menos en México: tecnología, digitalización, idiomas, salud y bienestar. Whittington coincide, pero agrega un giro: habrá que reforzar humanidades y ciencias sociales, porque comprender personas será una competencia crítica para trabajar con “inteligencias polivalentes”.
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Por su parte, Whittington advierte que la IA no es la única fuerza en juego. Menciona los gemelos digitales (réplicas virtuales de conocimiento y experiencia) como repositorios que permiten capturar saber institucional y dejar un legado profesional. También destaca la biotecnología, que trabaja con seres vivos y células, y herramientas como CRISPR (edición genética precisa), un terreno donde la ética no es un accesorio, sino el interruptor principal.
No obstante, su recomendación más concreta para navegar este panorama no viene de un software. Propone mirar la historia para detectar patrones, y seguir a referentes del propio campo para ver de qué hablan y cómo diseñan su trayectoria. Ese “mapa” ayuda a elegir qué aprender y cuándo moverse.
En otras palabras, la IA puede ser el motor. Pero la dirección, el cuidado del camino y la razón del viaje siguen en manos humanas. Y ahí, la oportunidad es clara: quien entrene su tablero de control personal no solo se mantendrá vigente, también podrá trabajar con más sentido.

Directora de operaciones en GptZone. IT, especializada en inteligencia artificial. Me apasiona el desarrollo de soluciones tecnológicas y disfruto compartiendo mi conocimiento a través de contenido educativo. Desde GptZone, mi enfoque está en ayudar a empresas y profesionales a integrar la IA en sus procesos de forma accesible y práctica, siempre buscando simplificar lo complejo para que cualquiera pueda aprovechar el potencial de la tecnología.