OpenAI ha movido ficha en Estados Unidos con Sora 2, una app de vídeos tipo TikTok donde todo lo que ves lo crea una máquina. La nueva aplicación funciona como una red social y aprende tus gustos para generar clips a medida. Ofrece comedia, tutoriales y bailes, pero sin actores ni creadores reales.
La diferencia clave es que todo el contenido está generado por inteligencia artificial. Si el sistema afina, puede ser muy adictivo y robarte minutos sin que te des cuenta. Hay una trampa emocional que condiciona lo que sentimos.
Saber que ese perro que hace piruetas no existe baja el valor del vídeo. La inteligencia artificial se mueve cómoda en la ficción y la fantasía, y ahí brilla. Le cuesta cuando intenta representar la realidad de forma creíble y satisfactoria. El cineasta Werner Herzog lo resume con precisión: “La IA sugiere caminos nuevos y reinterpreta la realidad”. Eso fascina, pero también te distancia.
El cambio no ocurre solo en redes. Google ya actúa como un asistente que resume lo que buscas y te da respuestas sin llevarte a las webs originales. Tú ahorras clics, pero el tráfico que sostenía a creadores independientes cae.
En Instagram o TikTok ya es difícil distinguir si un vídeo lo hizo una persona o un modelo generativo. Paradójicamente, en Sora lo sabes con certeza, y eso cambia la relación que estableces con lo que ves.
Los números confirman la sensación. Según el Bad Bot Report de Imperva, en 2024 los bots generaron el 51% del tráfico global. Dentro de ese flujo automatizado, el 37% del tráfico total fueron bad bots en 2024, frente al 32% del año anterior, y solo un 14% corresponde a good bots legítimos como rastreadores. Por cada humano navegando, hay ya una cantidad igual o mayor de tráfico hecho por sistemas automáticos.
El salto se explica por herramientas de inteligencia artificial que permiten crear bots más finos, capaces de esquivar defensas y mimetizarse con usuarios reales. No todo es crimen. La automatización legítima, los crawlers técnicos y los asistentes conversacionales también empujan la cifra. La automatización se ha vuelto estructural en el ecosistema digital actual, y ya no es un ruido de fondo, es el paisaje.
La teoría del Internet Muerto dice que buena parte de la red la rellenan bots controlados por gobiernos o poderes opacos. Mezcla intuiciones ciertas y fantasías. Sam Altman, CEO de OpenAI, ha dicho que empieza a creer en ella al ver que muchas cuentas en X son generadas por modelos de lenguaje. El matiz importa: no es un complot total, es una deriva de escala.
En la práctica, tú notas que el contenido humano pierde presencia mientras sube el generado por IA. Incluso las propias máquinas tienen problemas para saber si hablan con humanos o con otras máquinas, lo que añade confusión y ruido. Si los contenidos hechos por IA igualan o superan a los humanos allí donde tiene sentido, Internet puede volverse un lugar extraño y poco reconocible para ti.
Otro dato agrava la sensación de vacío. El Pew Research Center analizó diez años de web y halló que el 25% de las páginas publicadas entre 2013 y 2023 ya no eran accesibles en 2023, cifra que sube al 38% si miras solo las de 2013. En páginas de noticias un 23% tiene enlaces rotos, y en páginas gubernamentales un 21%. En Wikipedia, más de la mitad de las entradas incluyen al menos una referencia caída.
Las redes tampoco se libran. En X, alrededor del 18% de los mensajes dejan de ser visibles a los pocos meses. O sea, el contenido humano se borra o se rompe, y a la vez el contenido automático crece. Esa combinación alimenta la idea de Internet Muerto, no porque no haya vida, sino porque la vida que ves ya no proviene de personas como antes.
Si lo comparamos con la app móvil que usas a diario, aquí no sigues a un creador, sigues un perfil algorítmico de tus intereses. Vas a poder:
Lo relevante es si aparece conexión emocional. Si OpenAI mejora el ajuste fino, el scroll puede volverse hipnótico. Para el sector, el riesgo es claro: los creadores independientes mantienen voz en Internet, pero su posición se ve amenazada por IA capaz de igualar o superar determinados formatos, como humor breve, trailers simulados y tutoriales básicos.
Internet no está “muerto”, pero ha empezado a independizarse de la humanidad. Tú sigues siendo central cuando hay experiencia, matiz y contexto, y la IA brilla cuando hay escala, velocidad y ficción. Entre medias, la teoría del Internet Muerto funciona como alerta útil para no perder el foco: saber qué miras, quién lo hizo y por qué te lo muestra una máquina.
Directora de operaciones en GptZone. IT, especializada en inteligencia artificial. Me apasiona el desarrollo de soluciones tecnológicas y disfruto compartiendo mi conocimiento a través de contenido educativo. Desde GptZone, mi enfoque está en ayudar a empresas y profesionales a integrar la IA en sus procesos de forma accesible y práctica, siempre buscando simplificar lo complejo para que cualquiera pueda aprovechar el potencial de la tecnología.