¿Te imaginas entrar a un consultorio y que, además del médico, haya una “segunda mirada” que no se cansa, no se distrae y revisa miles de casos en segundos? Esa escena, que suena a ciencia ficción doméstica, ya está instalada en hospitales y clínicas. Y abre una pregunta central: ¿quién toma la última decisión?
El hallazgo de estos años es claro: la Inteligencia Artificial (IA) ya es un engranaje importante de la medicina moderna. Un informe publicado en la Revista Europea de Investigación Médica revela que estos sistemas pueden analizar historiales clínicos, imágenes médicas y perfiles genómicos para detectar patrones que a veces se le escapan al ojo humano.

Además, distintos estudios recientes señalan que la IA puede planificar tratamientos, monitorizar pacientes y mejorar la eficacia de la atención. Ese “cableado” de datos permite predecir la progresión de enfermedades y recomendar estrategias optimizadas, con menos margen para el error por cansancio o por sesgos involuntarios.
Pero este avance trae una duda que se repite en los pasillos: si la IA diagnostica mejor, ¿va a reemplazar al médico? El médico Antonio Hernández lo planteó de frente y fue categórico: “La IA jamás va a sustituir la intuición”. Para él, el verdadero cambio no es la sustitución, sino la exigencia: los pacientes pedirán más, sobre todo en lo que la máquina no puede dar.
Y ahí aparece la pieza clave del debate: la medicina no es solo un resultado, también es un vínculo. Hernández enumera áreas donde la IA no llega, especialmente las emocionales: el “abrigo emocional”, el contacto visual, una actitud conciliadora y algo menos visible, pero decisivo, como evitar el efecto nocebo, cuando una mala comunicación empeora cómo el paciente vive el tratamiento.
Para entender el mecanismo, ayuda una analogía doméstica. La IA funciona como un tablero eléctrico de una casa: recibe señales de muchos “cables” (datos) y enciende luces que antes estaban apagadas. No “siente” la casa ni entiende por qué alguien tiene miedo en la oscuridad, pero sí detecta rápido dónde hay sobrecarga y dónde falta energía.
También te puede interesar:Cómo la Inteligencia Artificial Transforma la Industria Cinematográfica IndiaEn medicina, esos cables son grandes conjuntos de datos médicos. La IA puede procesar un volumen enorme y encontrar coincidencias. Por ejemplo, en imágenes médicas puede marcar zonas sospechosas. En genómica puede relacionar variantes con riesgos. Esa es su oportunidad: aportar una mirada objetiva y constante, como un sensor que no parpadea.
Ahora bien, el interruptor final sigue siendo humano. Porque traducir una señal en una decisión clínica implica contexto. Implica escuchar. Implica calibrar qué se dice, cómo se dice y cuándo se dice. Y eso no se descarga en una actualización.
El experto José Manuel Felices también subraya esa dualidad. Señala que la IA ofrece “infinidad de herramientas objetivas” que facilitan la atención al paciente al sumar datos y análisis. Pero advierte que el factor humano sigue siendo necesario, porque el criterio clínico ordena lo que la máquina solo sugiere.
Felices lo sintetiza con una frase muy concreta: los humanos “somos los que mejor entendemos lo que se ve en la imagen de tu cuerpo”. Dicho de otro modo: la IA puede señalar; el médico decide qué significa para esa persona específica, con su historia, su miedo y su margen real de acción.
Mientras tanto, Hernández llevó la reflexión a un terreno cotidiano en un podcast en el que también se hablaba de hábitos saludables y bienestar físico y mental. Y dejó una idea inquietante y esperanzadora: con más tecnología, no vamos a necesitar menos humanidad. Vamos a necesitarla mejor entrenada.
También te puede interesar:OpenAI Presenta un Agente para Investigación ProfundaSi la IA se parece a un tablero eléctrico, el médico seguirá siendo quien habita la casa: el que entiende qué luz tranquiliza, cuál encandila y cuál conviene encender de a poco.

Directora de operaciones en GptZone. IT, especializada en inteligencia artificial. Me apasiona el desarrollo de soluciones tecnológicas y disfruto compartiendo mi conocimiento a través de contenido educativo. Desde GptZone, mi enfoque está en ayudar a empresas y profesionales a integrar la IA en sus procesos de forma accesible y práctica, siempre buscando simplificar lo complejo para que cualquiera pueda aprovechar el potencial de la tecnología.