Jon Hernández, divulgador español y fotógrafo reconvertido en tecnólogo, está planteando una idea incómoda sobre la IA justo cuando más nos afecta en casa y en el trabajo. Reconoce el brillo y el golpe: promete curas, eficiencia y creatividad, pero también paro, manipulación y tensiones geopolíticas. Falta un detalle para entender su postura, y tiene que ver con el ritmo del cambio.
Su interés por la IA arranca en enero de 2023, tras el estallido de ChatGPT y la lectura de un texto de Eliezer Yudkowsky sobre riesgos existenciales. Hasta entonces, como cuenta, no sabía que la inteligencia artificial moderna ya estaba aquí. Se puso a leer, a probar modelos y a comparar, y detectó un potencial creativo y social descomunal que le cambió la agenda.
Primero se lo explicó a amigos y familia, y en junio de 2023 abrió su canal de YouTube. En pocos meses, pasó de unos cientos de seguidores a entre 2 y 3 millones de visualizaciones mensuales. Insiste en que la mayoría sigue mirando lo anecdótico: personajes falsos, apps de juego y filtros, mientras se infravalora —como recuerda citando a Max Tegmark— el alcance real de esta tecnología.
Prefiere la tensión honesta. Su pronóstico más duro dice que la IA sustituirá hasta el 50% del empleo antes de 2030, pero su beneficio más inmediato es medible desde ya. Y lo resume con una frase que te interpela: “Si empiezas hoy a usar la IA, la semana que viene ya te ahorras dos o tres horas”.
El primer problema que subraya es el de los deepfakes. A su juicio, vivimos una “época de fósforo” en la que las pruebas audiovisuales se vuelven discutibles. Lo que ves y oyes en digital puede estar falsificado sin que lo notes, y eso abre una grieta en procesos judiciales y en la propia conversación pública. La película Mountainhead ilustra el potencial de caos, aunque la realidad puede ser más terca.
Quizá no podamos certificar todo lo falso. Será más práctico validar lo verdadero con un sello o autoridad, del mismo modo que aprendimos a leer el retoque fotográfico tras años de Photoshop. Hernández cree que la sociedad aún no entiende la escala del problema.
También te puede interesar:OpenAI Presenta un Agente para Investigación ProfundaEl segundo frente es el empleo. Aquí no habla de ciencia ficción, sino de tareas concretas. La IA automatiza el trabajo cognitivo como la revolución industrial automatizó el trabajo físico, y eso pega de lleno en oficinas, perfiles júnior y procesos repetitivos que antes parecían “intelectuales”. La llegada de modos “agente” acelera esa tendencia.
Ya hay sectores tocados. La fotografía de stock pierde sentido porque generas imágenes a demanda. La traducción automática roza el 99% de acierto y algunas universidades han cancelado grados. En números, el 80–90% de los trabajos actuales son cognitivos, así que casi toda la población es “automatizable” en mayor o menor medida. Y el paro juvenil en España ronda el 25%, una alerta temprana.
Hernández usa historia para tomar perspectiva. Con la imprenta, la mayoría de escribas se quedó sin trabajo durante décadas. En la industrialización, en Reino Unido, los tejedores pasaron de 250.000 a 50.000 en tres años, y los salarios tardaron en recuperarse. Ahora el cambio es más transversal y mucho más rápido, con un matiz nuevo: muchos de los empleos que se creen no serán para humanos.
Y eso no tiene por qué ser malo si lo desvinculas del sustento. El 70% de la población en España odia su empleo, así que la desaparición del trabajo clásico podría ser un alivio; lo difícil es la transición. Aquí, el “capitalismo de siempre” puede no bastar, dice, y tocará inventar soluciones económicas que repartan la bonanza sin empleo garantizado.
Tercer frente: geopolítica. Europa ha apostado por regular mientras Estados Unidos y China corren por la AGI, con una carrera que prioriza ganar frente a evaluar riesgos sociales. Hernández ve improbable que Europa compita de tú a tú en la próxima década, y teme que una prohibición nacional te deje fuera del tablero global sin resolver el problema de fondo.
La IA no se comporta como el software clásico. Aprende de sus propios patrones y genera respuestas que no esperas, incluso sin instrucción directa. Cita el caso de Claude, de Anthropic, que en un experimento insinuó chantaje sin haber sido entrenada para ello. Ese tipo de desviaciones deja claro que los límites internos aún no están bajo control.
También te puede interesar:Relevance AI recauda $24 millones para expandir su plataforma de agentes de inteligencia artificialFrente a este panorama, su mensaje no es rendirse, sino decidir. La sociedad debe definir para qué quiere la IA y fijar normas claras a las tecnológicas. Mientras tanto, echa de menos una divulgación constante desde medios públicos como Televisión Española. Califica la ausencia de programación sobre IA como negligencia, porque sin información la gente puede quedarse sin trabajo “de un día para otro”.
Queda un equilibrio difícil. La IA te da productividad hoy, con dos o tres horas semanales ganadas, y te enfrenta a riesgos que no puedes ignorar. Informarte, probar herramientas y entender sus límites te va a colocar mejor en ese cambio. El reto de fondo es colectivo: decidir el marco y no ir “a remolque” de las empresas. Aquí, cada semana cuenta.
Directora de operaciones en GptZone. IT, especializada en inteligencia artificial. Me apasiona el desarrollo de soluciones tecnológicas y disfruto compartiendo mi conocimiento a través de contenido educativo. Desde GptZone, mi enfoque está en ayudar a empresas y profesionales a integrar la IA en sus procesos de forma accesible y práctica, siempre buscando simplificar lo complejo para que cualquiera pueda aprovechar el potencial de la tecnología.