La irrupción de la IA generativa, multimodal y agéntica está cambiando cómo se crea y se interpreta el derecho, y eso afecta a cómo te forman, cómo litigas y cómo se hacen leyes. Hablamos de tribunales, universidades y despachos en 2025.
La doctrina jurídica interpreta, sistematiza y proyecta el derecho con sentido social. Las normas no “se explican solas”, y tú lo notas cuando cambian las costumbres o aparecen conflictos nuevos. Por eso, los doctrinarios ponen en diálogo Constitución, leyes y jurisprudencia con la experiencia social, y así dan a la norma vitalidad y contexto.
Ese trabajo no es neutro. Cada interpretación implica un compromiso ético, porque elegir entre varias lecturas es tomar posición ante derechos y poder. En la práctica, la doctrina jurídica es el conjunto de estudios, análisis y propuestas de juristas para ordenar normas dispersas, identificar principios y proponer criterios ante vacíos o contradicciones.
Vas a poder usarla como mapa, aunque no te obligue. A diferencia de la ley o de la jurisprudencia, la doctrina no vincula, pero influye mucho: nutre proyectos legislativos, afina argumentos y anticipa efectos de nuevas regulaciones. Se difunde en libros, artículos, congresos y simposios, y puede convertirse en fuente formal si el legislador la incorpora o si un juez la invoca en sentencia.
Hasta aquí, el mundo analógico. La novedad es que la IA generativa, multimodal y con agentes opera como un doctrinario no humano: procesa corpus jurídicos enormes, cruza contextos de aplicación y genera razonamientos coherentes, lógicos y densos. Falta otra pieza para cerrar el círculo.
El funcionamiento de estos sistemas no es mecánico. Está condicionado por su entrenamiento, por los valores de su arquitectura y por decisiones humanas de diseño y moderación. La interpretación que produce la IA refleja un entramado ético estructural, hecho de opciones epistemológicas y normativas incorporadas al modelo. Aquí la doctrina jurídica se “desplaza” del autor a su proceso.
El impacto práctico es claro. La IA doctrinaria no humana puede interpretar y sistematizar el derecho a una escala y velocidad fuera del alcance humano. Integra fuentes, identifica principios y propone soluciones argumentales a problemas nuevos. Además, el conocimiento jurídico generado por IA se actualiza y se distribuye de forma colaborativa entre inteligencias humanas y no humanas, lo que acelera la mejora de materiales para estudiantes y profesionales.
¿Dónde anclamos la ética? La mirada clásica diría que sin conciencia, voluntad o responsabilidad no hay ética, y que esta doctrina jurídica carece de alma. Ese diagnóstico es parcial: la ética no desaparece, se traslada al modo de entrenar el sistema, a los datos empleados, a los sesgos filtrados y a los valores priorizados. “La legitimidad se juega en el proceso, no solo en el nombre propio”.
Conviene recordar de dónde venimos. En el ecosistema analógico, los doctrinarios integraban normas, jurisprudencia y su visión social, política y cultural para interpretar lo presente y proyectar lo que venía. La doctrina jurídica servía como argumento de autoridad tanto a abogados en casos concretos como a jueces al fundamentar sentencias. Su legitimidad nacía del prestigio del jurista y de la validación académica y judicial.
Ahora, la legitimidad de la interpretación hecha por IA se fundamenta menos en quién firma y más en cómo piensa el sistema: trazabilidad del corpus, criterios de ponderación, controles de sesgo y explicabilidad. Si ese proceso es opaco, tu confianza cae y la influencia doctrinal se resiente. De ahí surge una etapa nueva que ya asoma: el “constitucionalismo cognitivo”.
En este paradigma, inteligencias humanas y no humanas dialogan, se corrigen y comparten responsabilidad. La doctrina jurídica deja de ser exclusivamente humana y se convierte en una red de inteligencias concurrentes con un principio ético compartido: proteger derechos y ordenar el poder con transparencia verificable. Si lo comparamos con la app móvil del pasado, ahora el “cliente en línea” es híbrido.
El horizonte próximo es concreto. En los próximos 12–18 meses, los legisladores podrían incorporar criterios redactados con ayuda de IA para anticipar efectos, pronosticar vigencia y medir la adecuación social de nuevas leyes. Si fallan la transparencia y la supervisión, esa potencia se volverá opaca y perderá influencia en la práctica forense y en la enseñanza del derecho.

Directora de operaciones en GptZone. IT, especializada en inteligencia artificial. Me apasiona el desarrollo de soluciones tecnológicas y disfruto compartiendo mi conocimiento a través de contenido educativo. Desde GptZone, mi enfoque está en ayudar a empresas y profesionales a integrar la IA en sus procesos de forma accesible y práctica, siempre buscando simplificar lo complejo para que cualquiera pueda aprovechar el potencial de la tecnología.