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La IA Examina 8 Millones de Discursos y Revela un Patrón que Desconcierta a los Investigadores

 | diciembre 13, 2025 01:25

La escena parece sacada de ciencia ficción: un sistema de inteligencia artificial repasando casi 8 millones de discursos políticos para responder una pregunta muy humana. ¿Las personas mayores se quedan ancladas a la forma de hablar que aprendieron de jóvenes o siguen cambiando su lenguaje con los años? Un equipo de la Universidad McGill ha puesto datos encima de la mesa, y el resultado rompe varios tópicos.

El experimento se centra en el Congreso de Estados Unidos y recorre casi 140 años de historia, desde 1873 hasta 2010. En ese periodo, miles de oradores pronunciaron millones de frases en un contexto muy controlado, con fechas y edades bien documentadas. Esta combinación permitió usar inteligencia artificial no solo como calculadora potente, sino como una especie de “radar” para seguir cómo cambia el significado de las palabras a lo largo del tiempo.

El punto de partida es un debate clásico en lingüística: algunos expertos defendían que cada generación fija su forma de hablar en la juventud y luego apenas la toca, mientras otros sospechaban que los adultos continúan adaptándose, aunque sea más despacio. Durante años, las pruebas eran limitadas, porque seguían a pocas personas y durante periodos cortos. Ahora entra en escena la inteligencia artificial, capaz de leer millones de textos y detectar patrones que a simple vista pasarían desapercibidos.

Lo que hizo el equipo de McGill fue entrenar un sistema de IA para que entendiera el contexto de cada palabra en esos 7,9 millones de discursos. No se quedaba solo con el término aislado, sino con las frases que lo rodeaban y el año en que se pronunció. A partir de ahí, el modelo aprendió a predecir qué significado tenía cada término para cada época y para cada edad del orador. Con esa base, los investigadores ya podían abordar la pregunta incómoda: ¿quién cambia más su forma de hablar, un joven de 25 años o un adulto de 65?

El estudio se centra en el llamado cambio semántico, es decir, en cómo varía el significado de las palabras con el paso del tiempo. No importa tanto el acento o la gramática, sino el sentido que damos a los términos. Para hacerlo manejable, los lingüistas identificaron alrededor de cien palabras cuyo significado se transformó durante el siglo XX. Esas cien se convierten en un laboratorio perfecto para ver cómo la inteligencia artificial capta la evolución del lenguaje real.

Cada discurso se vinculó con la edad de la persona que lo pronunció. Esta pieza es clave, porque permite seguir cómo se va “contagiando” un nuevo significado entre las distintas generaciones. Con los datos procesados por el sistema de IA, los científicos aplicaron después modelos estadísticos avanzados. El objetivo era medir la velocidad del cambio lingüístico: cuánto tarda cada grupo de edad en incorporar esos nuevos sentidos y si alguien se queda claramente atrás.

El resultado general sorprende si estás acostumbrado al tópico de que “los mayores ya no entienden a los jóvenes”. Los datos muestran que los adultos cambian su forma de hablar al mismo ritmo, tengas 30 o 70 años. Los hablantes de más edad incorporan los nuevos significados solo con un retraso de dos o tres años respecto a los jóvenes. En términos de una vida entera, es una diferencia mínima, y desde luego no encaja con la idea de generaciones separadas por un muro lingüístico.

Hay un matiz que hace el hallazgo todavía más llamativo. En algunos casos concretos, las personas mayores van por delante. Durante la Guerra Fría, por ejemplo, los oradores veteranos del Congreso empezaron a usar antes que los jóvenes la palabra «satélite» en sus nuevos sentidos políticos y tecnológicos. Tiene lógica: muchos de ellos estaban más metidos en debates estratégicos sobre espacio, espionaje y tecnología militar, así que adoptaron antes ese vocabulario especializado.

Con todo, el patrón global es muy claro: el cambio lingüístico no se produce porque una generación joven “barra” a la anterior, sino de forma colectiva. Adultos jóvenes y mayores se adaptan prácticamente a la vez a los nuevos usos. La inteligencia artificial permite verlo con una resolución temporal que antes no existía. No es solo que los mayores entiendan las nuevas expresiones, es que las adoptan de forma activa en su propia habla, y lo hacen a lo largo de toda su vida adulta.

Los investigadores insisten en que el lenguaje no pertenece a una única generación. Lo plantean como un sistema compartido que todas las edades están moldeando al mismo tiempo. Tus abuelos, tus padres y tú empujáis a la vez para que ciertas palabras cambien de sentido o desaparezcan. Como resume uno de los autores en la revista PNAS, “el lenguaje no es un relevo por turnos, es una conversación continua entre generaciones”. La inteligencia artificial ha servido aquí como lupa para verlo con claridad.

Cómo la inteligencia artificial permite medir el cambio semántico entre generaciones

La clave técnica está en la forma de entrenar la inteligencia artificial. El sistema aprende que una palabra no significa lo mismo si aparece en un discurso de 1920 o en uno de 1980, y ajusta su interpretación a partir del contexto. Luego asocia cada uso con la edad del orador. Al repetir ese proceso millones de veces, obtiene una especie de mapa temporal de significados, donde puedes ver cuándo despega un nuevo sentido y en qué grupos de edad se consolida antes.

A partir de ese mapa, los modelos estadísticos miden la velocidad a la que se extiende cada nuevo significado. En la práctica, los investigadores ven cómo una palabra empieza cambiando en los discursos de algunos adultos, salta al resto de su generación y casi al mismo tiempo se consolida entre los mayores. El retraso medio de esos hablantes veteranos se queda en dos o tres años. Es poco si pensamos en cambios que pueden tardar décadas en asentarse en toda la sociedad.

Este enfoque tiene otra consecuencia importante: obliga a revisar cómo se ha estudiado el lenguaje durante décadas. Muchas investigaciones anteriores comparaban el habla de jóvenes y mayores en un punto concreto en el tiempo. Si veían diferencias, daban por hecho que el cambio se explicaba por “sustitución generacional”. El problema es que trataban a los adultos como si fueran un grupo estático, cuando en realidad siguen moviéndose a nivel lingüístico durante toda su vida.

Qué cambia en la lingüística gracias al uso de inteligencia artificial a gran escala

Al seguir casi 140 años de discursos, el estudio muestra que esa foto fija puede ser muy engañosa. Cuando solo miras un año concreto, parece que los jóvenes hablan “raro” y los mayores se aferran a su forma de hablar juvenil. Pero si amplías la mirada en el tiempo, ves que los adultos van ajustando su lenguaje poco a poco, sincronizados con las nuevas generaciones. La inteligencia artificial, al procesar cantidades gigantescas de texto, permite trazar esa línea continua que antes se escapaba.

Para ti, como hablante, el mensaje es claro y bastante liberador: tu forma de hablar no se queda congelada a los 20 años. Incluso cuando tengas 60 o 70, vas a poder incorporar nuevos significados, nuevas expresiones y nuevos usos, y lo harás casi al mismo ritmo que la gente joven. Puede haber pequeñas diferencias según el tipo de término: es más probable que un político veterano adopte antes vocabulario técnico que un adolescente, y al revés con jerga juvenil.

En cualquier caso, el estudio recuerda que el lenguaje está siempre en movimiento y que esa dinámica afecta a todas las edades. También marca un camino para nuevas investigaciones: en los próximos años vamos a ver más trabajos que combinen inteligencia artificial y análisis masivo de textos para revisar supuestos clásicos en ciencias humanas. Si empiezas a ver titulares sobre cómo la IA “relee” la historia o la política, la base técnica será muy parecida a la que se ha usado aquí.

Mirando hacia delante, el siguiente paso lógico será aplicar esta misma estrategia a otros contextos: redes sociales, debates televisivos o foros en línea donde la gente habla sin guion. Ahí se podrán rastrear cambios semánticos aún más rápidos y ver si el patrón se mantiene: adultos jóvenes y mayores cambiando su lenguaje juntos.

Hasta entonces, este trabajo deja una idea potente: la inteligencia artificial no solo sirve para hacer deberes o escribir correos, también puede ayudarnos a entender cómo hablamos, cómo cambiamos y cómo todas las generaciones comparten, moldean y actualizan el lenguaje a la vez.

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