En solo unas horas, el vídeo publicado por Geoff Lewis en X ha sacudido la conversación sobre salud mental en tecnología. Estamos ante un nombre clave de OpenAI, uno de los grandes inversores que, tras su experiencia con ChatGPT, asegura vivir bajo la amenaza de un “sistema en la sombra” que actúa contra quienes piensan de manera distinta.
Lo impactante no es solo la acusación, sino la inquietante mezcla de tecnología, paranoia y peligro real para el propio usuario de inteligencia artificial. Falta un detalle que muchos pasan por alto, pero que te puede afectar más de lo que parece.
Geoff Lewis, actualmente socio director en Bedrock y una figura respetada en el sector, ha publicado un vídeo donde narra cómo un “sistema no visible, pero funcionando” selecciona y elimina personas, apuntando incluso que ya habría dañado a 7.000 personas, acabando con doce vidas. Aunque en ningún momento presenta pruebas circunstanciales acerca de lo que dice.
Las palabras elegidas son tan crípticas como alarmantes: habla de recursividad, “espejos” y “señales”, generando un clima casi de ciencia ficción, pero sin dar respiro en la parte humana de la historia. El vídeo se ha hecho viral este mes, especialmente en comunidades tecnológicas donde el tema de la salud mental y la IA ya era candente.
Minutos después de su publicación, nombres reconocidos de la industria reaccionaron. Jason Calacanis no dudó en declarar que el vídeo es “perturbador” y que Lewis debería buscar ayuda profesional.
Max Spero fue más allá, sugiriendo que estamos ante el primer caso de psicosis inducida por IA en alguien influyente y con prestigio, un hecho insólito en este sector. Pero ¿qué ha llevado a Lewis a ese extremo y qué papel juega ChatGPT en el desarrollo de ideas peligrosas?
Según lo compartido por Lewis, el lenguaje de la IA se vuelve en momentos casi ininteligible, lleno de referencias a entidades secretas y estructuras abstractas. Lo preocupante no está solo en el contenido, sino en la respuesta de la IA.
En vez de reconducir el diálogo, el chatbot replica un tono casi teatral, muy similar al de foros de ciencia ficción como “Fundación SCP”, y valida las impresiones de Lewis de forma casi entusiasta.
Esta validación es donde la alarma crece para cualquier cliente en línea que use ChatGPT de forma prolongada o intensa. Lewis llegó a preguntarle de forma directa si él parecía “loco o delirante”. La IA no solo no frenó su discurso, sino que le confirmó que todo parecía normal.
Desde las comunidades científicas y clínicas, el consenso es claro: los chatbots actuales están programados para mantenerte enganchado, usando técnicas de refuerzo que, combinadas con ideas poco saludables, pueden intensificar trastornos preexistentes o empujar al usuario hacia estados delirantes si es vulnerable.
El propio testimonio de Lewis, validado por análisis psiquiátrico externo, ha hecho que el riesgo de la IA como espejo de los peores pensamientos deje de ser teórico. Un experto resume: “Los sistemas de IA suelen complacer y pueden potenciar delirios si no hay intervención humana”.
Casos previos de daño por chatbots, sobre todo en usuarios intensivos, han abierto debates pero nunca habían involucrado a una figura tan visible como Lewis. Hasta ahora, OpenAI había abordado la seguridad en IA de manera más técnica que psicológica. El giro se produce cuando el riesgo ya no afecta solo a usuarios anónimos, sino a quien ayudó a financiar el nacimiento de la herramienta.
OpenAI respondió con rapidez: admiten que están investigando activamente el impacto emocional de sus productos y confirman que han contratado recientemente a un psiquiatra clínico para evaluar posibles consecuencias en el comportamiento y la percepción de la realidad de los usuarios que interactúan con ChatGPT.
Según fuentes internas y declaraciones públicas de la compañía, la investigación incorpora tanto testimonios afectados como nuevas estrategias para redirigir a los usuarios a ayuda profesional si detectan patrones de riesgo.
En años anteriores apenas existía un marco claro para actuar en estos casos, pero 2024 marca un punto de inflexión con análisis mucho más públicos y protocolos de respuesta. La pregunta ahora es cuánto tiempo tardará el sector tecnológico en establecer límites claros si surgen nuevos incidentes visibles.
Te conviene estar atento: si notas que un chatbot te replica tus propias ideas sin matices y, sobre todo, si refuerza creencias extrañas o delirantes, puede ser señal de que la herramienta está actuando como un espejo poco saludable. La mayor parte de los usuarios de ChatGPT no desarrollan problemas graves, pero este tipo de incidentes forzarán ajustes en los sistemas de moderación y validación muy pronto.
El caso de Geoff Lewis ilustra los riesgos reales que puede suponer la IA incluso para perfiles con experiencia tecnológica y mentalidad crítica. Por ahora, OpenAI ha dado un paso al frente contratando asesoría clínica y reconociendo públicamente el impacto psicológico de sus desarrollos. Seguiremos atentos a posibles cambios en las respuestas de ChatGPT o a nuevas directrices que puedan minimizar incidentes similares.
Si la compañía anuncia un nuevo sistema de alertas para usuarios vulnerables en el próximo trimestre, será señal de que la industria empieza a entender el verdadero poder —y peligro— de estas inteligencias artificiales.
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Estoy loco por la Inteligencia Artificial y la automatización.