Una pequeña oficina en Estocolmo acaba de encender una mecha global: una plataforma de IA que convierte descripciones en software funcional en minutos. Se llama Lovable y, desde su lanzamiento en noviembre de 2024, ha cambiado cómo se crean webs, apps y negocios online. Falta un detalle clave para entender el impacto real, y llega enseguida.
Lovable permite que cualquiera, aunque no sepa programar, describa una idea y la vea convertida en un producto que puedes abrir, probar y cobrar. No es “mágico”, pero sí lo bastante rápido como para que miles de usuarios estén lanzando productos cada semana. Y eso está reordenando el mercado.
En junio, los usuarios crearon y publicaron unas 750.000 webs, apps y negocios completos dentro de Lovable a base de descripciones y clics. La herramienta genera desde boletines listos para enviar hasta pasarelas de pago integradas con Stripe en cuestión de minutos. Aquí va el giro: no hablamos de maquetas, sino de productos que ya puedes poner frente a clientes.
Los casos reales ayudan a medir la escala. Oskar Munck af Rosenschöld, gerente de proyectos sin experiencia profesional en programación, montó la estructura técnica de su startup FrameSage en 10 días con Lovable. Se ahorró miles de dólares y unos cuatro meses de trabajo. Tuvo que ajustar detalles a mano, y eso marca el límite actual.
Desde Malmö, Jaleel Miles creó Quicktables con Lovable en dos meses. Empezó a vender en mayo y ya superó los US$ 120.000. Y no solo los indie hackers: la brasileña QConcursos levantó una versión premium de su app en dos semanas y facturó más de US$ 3 millones en las primeras 48 horas. Este es el tipo de velocidad que Lovable promete.
El negocio acompaña el ritmo. Lovable factura cerca de un millón de dólares al día solo en suscripciones y alcanzó más de US$ 100 millones en ingresos anualizados en ocho meses.
También te puede interesar:¿Qué es Llama for Startups? Así Busca Meta Impulsar su Ecosistema de IADetrás de esa tracción hay un cambio de fondo. En compañías como Microsoft, la IA ya escribe hasta el 30% del código, dijo Satya Nadella, y las contrataciones de programadores junior cayeron un 25% el último año, según SignalFire. Lovable no apunta a profesionales, sino a curiosos, diseñadores y emprendedores. Como resume el inversor Ben Fletcher de Accel: “Los desarrolladores son solamente el 1% del mercado”.
La prueba de accesibilidad es constante. Theresa Anoje, desde San Francisco y sin experiencia de programación, convirtió en un fin de semana su boletín Remotely Good en una web de empleo completa usando Lovable. Vas a poder hacer lo mismo con ideas pequeñas y, si encaja, iterar hacia algo grande. La trampa está en que, para funciones avanzadas, todavía vas a necesitar manos expertas.
¿De dónde sale Lovable? De la trayectoria del CEO, Anton Osika. Empezó a programar juegos a los 12 años, estudió Física en el KTH y pasó por el CERN. Con Oliver Edholm montó Depict AI, que entró en Y Combinator y facturó un millón de dólares el primer año. Depict recaudó US$ 17 millones en 2022, pero la caída del e‑commerce frenó el crecimiento justo cuando despegaba ChatGPT.
En junio de 2023, Osika subió a GitHub una herramienta personal, GPT Engineer, que se viralizó entre desarrolladores. Tras dejar Depict, se asoció con Fabian Hedin y transformó esa base en una plataforma visual pensada para no técnicos. En octubre de 2023 levantaron US$ 8 millones. La primera versión de Lovable falló, la rehicieron y el relanzamiento de noviembre de 2024 sumó más de US$ 5 millones en su primer mes.
La plataforma te pide una descripción clara, genera la estructura y te deja ajustar el diseño como si fueras arrastrando piezas. La diferencia frente a creadores antiguos es que Lovable produce backends funcionales y flujos de pago reales, no solo escaparates. Donde aparecen integraciones complejas o datos delicados, conviene revisar y, si toca, programar a mano.
El precio también empuja la adopción. Puedes crear proyectos sencillos gratis. Los planes de pago empiezan en US$ 25 al mes, y los créditos por generación rondan US$ 1 para un juego clásico. Un proyecto avanzado suele pasar de US$ 50 en créditos, todavía por debajo del coste por hora de un programador humano promedio. Esta ecuación coste/velocidad explica buena parte del tirón de Lovable.
La competencia, eso sí, se cierra. Entre las emergentes destacan Replit (US$ 97 millones levantados y valoración de US$ 1.200 millones) y StackBlitz (US$ 105 millones). Los gigantes también mueven ficha: OpenAI y Google exploran creación asistida con IA, y en el frente de diseño, Figma lanzó generador de código, Wix compró en junio una startup de codificación con IA por US$ 80 millones y Squarespace acelera para no quedarse atrás.
Si quieres números rápidos, piensa así: prototipos y sitios de portafolio, casi inmediatos y baratos; apps con lógica de negocio, más créditos y validaciones; integraciones complejas, apoyo humano. Lovable, hoy, brilla en diseño web y prototipado veloz.
También hay límites técnicos y estratégicos. Lovable depende de modelos de terceros, con especial peso de Claude de Anthropic. La empresa invierte millones al mes en cómputo, mientras Anthropic, valorada en US$ 60.000 millones, ya vende sus propias herramientas de programación y asegura más de US$ 4.000 millones de ingresos este año. Por eso el equipo de Osika cambia de modelo cuando ve mejor rendimiento o menor coste.
Mientras, herramientas como Cursor, Cline y Cognition están cambiando cómo programan los desarrolladores profesionales. Y en Microsoft y Google ha habido despidos técnicos recientes, otro síntoma de reconversión del sector. Lovable se coloca en el otro extremo: democratiza el acceso y te deja “empezar ya”, que es cuando ocurren las ideas.
Directora de operaciones en GptZone. IT, especializada en inteligencia artificial. Me apasiona el desarrollo de soluciones tecnológicas y disfruto compartiendo mi conocimiento a través de contenido educativo. Desde GptZone, mi enfoque está en ayudar a empresas y profesionales a integrar la IA en sus procesos de forma accesible y práctica, siempre buscando simplificar lo complejo para que cualquiera pueda aprovechar el potencial de la tecnología.