xAI, la empresa de inteligencia artificial de Elon Musk, pidió a su plantilla que entregara sus datos biométricos para enseñar a “Ani” a hablar como una persona. En ese encuentro, en oficinas de xAI, la abogada Lily Lim comunicó a los equipos que debían aportar rostro y voz con fines de entrenamiento.
El objetivo era mejorar las respuestas de Ani, un avatar con estilo anime con coletas rubias y modo NSFW, lanzado en verano para suscriptores de SuperGrok de X por 30 dólares al mes. Lo importante no es solo el producto, sino cómo se obtuvieron esos datos biométricos.

Si estabas designado como tutor de IA, no era una sugerencia. La instrucción fue tratar la entrega de datos biométricos como un requisito laboral para “avanzar la misión de xAI”. Con todo, la promesa era clara: más naturalidad en las conversaciones y una “compañera” que respondiera con voz y gestos más cercanos.
Para hacerlo posible, se pidió firmar consentimientos con una cláusula amplia: licencia “perpetua, mundial, no exclusiva, sublicenciable y libre de regalías” sobre rostros y voces. Esto permite usar, reproducir y distribuir ese material sin límite temporal. Aquí estaba la trampa que preocupó a parte del equipo y que vas a poder entender mejor en las siguientes líneas.
El plan operó bajo un nombre confidencial: “Project Skippy”. Y no se quedaba en un solo producto. Los datos biométricos obtenidos de empleados se usarían para entrenar a Ani y a otros compañeros de inteligencia artificial de Grok. Es decir, tu cara y tu voz podían alimentar varios asistentes a la vez.
Varios trabajadores mostraron resistencia. Temían que su imagen acabase a la venta a terceros o en vídeos manipulados con técnicas de deepfake. El carácter sexualizado del chatbot, muy cercano al arquetipo “waifu”, también generó incomodidad. Si lo comparamos con la app móvil de cualquier compañía, aquí no cedes cookies, cedes tu identidad visual y vocal.
También te puede interesar:xAI de Elon Musk lanza su API de GrokLa parte pública encaja con lo que ya se veía en pruebas. Victoria Song, de The Verge, definió la experiencia tras usar el servicio como “una versión moderna de una línea telefónica erótica”. El dato clave que valida lo anterior lo aporta The Wall Street Journal, que revisó una grabación de esa reunión de abril para verificar el relato y los requisitos exigidos.
Cuando entregas datos biométricos a tu empresa, das acceso a tu rostro y a tu huella vocal. Con una licencia perpetua y sublicenciable, un tercero puede recrear tu apariencia o tu voz y combinarlas con modelos generativos. El riesgo real depende de controles internos que, en este caso, los empleados temían que no fueran suficientes.
En el corto plazo, el impacto se nota en la calidad percibida: Ani suena más humana y responde con matices. En la otra cara, tú pierdes control fino sobre tus datos biométricos. Un detalle: el lanzamiento se produjo en verano y el precio de acceso es de 30 dólares/mes, datos que ilustran el incentivo comercial tras el entrenamiento intensivo.
Antes de este episodio, xAI ya trabajaba con Grok como asistente generalista. La novedad es llevar el formato a “compañeros” con estética anime y funciones para adultos. Faltaba transparenciar la procedencia del material base. Con Project Skippy, el círculo se cierra y deja un mensaje claro al sector.
La historia deja una lección sencilla: cuando el negocio depende de realismo, los datos biométricos se vuelven moneda de cambio. Tú decides si el trato compensa el coste de ceder tu rostro y tu voz. El foco debe estar en el consentimiento informado, límites claros y controles reales, porque el entrenamiento de Ani y de otros bots de Grok no termina aquí.
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Directora de operaciones en GptZone. IT, especializada en inteligencia artificial. Me apasiona el desarrollo de soluciones tecnológicas y disfruto compartiendo mi conocimiento a través de contenido educativo. Desde GptZone, mi enfoque está en ayudar a empresas y profesionales a integrar la IA en sus procesos de forma accesible y práctica, siempre buscando simplificar lo complejo para que cualquiera pueda aprovechar el potencial de la tecnología.