Builder.ai fue una de esas startups que llegaron a prometer el oro y el moro en pleno auge de la inteligencia artificial. Con una valoración superior a 1.500 millones de dólares, su discurso era directo y tentador: crear aplicaciones era “tan fácil como pedir una pizza”.
Bajo ese mensaje, miles de inversores y grandes compañías, entre ellas Microsoft, confiaron y pusieron dinero esperando que la automatización y la IA reemplazaran la programación tradicional. ¿Qué había realmente tras el telón? Aquí te lo descubrimos.
Desde Londres, Builder.ai nació como startup tecnológica con la promesa de automatizar el desarrollo de aplicaciones usando inteligencia artificial. Su plataforma central, Natasha, era presentada como una solución capaz de diseñar y programar apps bajo demanda sin apenas intervención humana.
Usaban el eslogan “tan fácil como pedir una pizza” para transmitir que el proceso era simple, rápido y accesible para cualquier cliente en línea.
Con este mensaje rompedor y un apoyo mediático intenso, la empresa alcanzó el rango de unicornio y atrajo fuertes inversiones, llegando a recaudar más de 445 millones de dólares de empresas como Microsoft. ¿Te imaginas crear una aplicación en minutos, sin saber programar? Esa era la expectativa que construyeron en torno a Builder.ai.
La clave de la historia está en descubrir si Natasha era genuinamente una inteligencia artificial avanzada o solo aparentaba serlo. A simple vista, parecía una plataforma capaz de recibir tu idea y devolverte la app terminada en tiempo récord.
Una investigación destapó el truco: detrás de Natasha trabajaban más de 700 ingenieros, principalmente en India. Estos expertos programaban usando plantillas predefinidas y procedimientos manuales. Es decir, el proceso no era automatizado. Las presentaciones y demos estaban orquestadas cuidadosamente para exagerar la parte inteligente y restar el papel humano.
Para ti, como cliente, el resultado era convincente: recibías tu aplicación aparentemente gracias a la “IA”, pero en realidad la programaba un enorme equipo de empleados siguiendo una receta. Y esta “cortina de humo” fue, según denunció un exempleado en 2019, el secreto peor guardado de la empresa.
¿Cómo consiguió Builder.ai atraer millones de inversores? Inflaron artificialmente sus resultados mediante simulación de contratos. Un ejemplo es el acuerdo ficticio con la empresa india VerSe, diseñado para mostrar ingresos inexistentes. Lo que hacía la compañía era presentar proyecciones infladas y acuerdos irreales en sus balances.
Al mismo tiempo, los directivos divulgaban previsiones extremadamente optimistas. El CEO, Sachin Dev Duggal, llegó a afirmar que facturarían 220 millones de dólares en 2024, cuando en realidad la cifra real no llegaba ni a 50 millones. Todo este entramado buscaba captar nuevas rondas de inversión, aumentar la valoración de la empresa y mantener la imagen de éxito a toda costa.
Microsoft, confiando en la narrativa de la inteligencia artificial avanzada, invirtió 445 millones de dólares en Builder.ai. Pero no fue la única gran compañía afectada: Amazon y otros gigantes tecnológicos también ofrecieron crédito y colaboraciones comerciales.
Cuando el fraude quedó al descubierto y arrancaron las investigaciones, la empresa acumulaba deudas impagadas de más de 115 millones de dólares.
Al intervenir los acreedores y constatar las graves inconsistencias financieras, Builder.ai fue declarada en bancarrota en mayo de 2025. Las consecuencias se sintieron rápidamente con la salida de su fundador y CEO, el despido de más de 1.000 empleados y una ola de demandas por manipulación contable, simulación de contratos y presunto lavado de dinero.
Tras la salida de Sachin Dev Duggal, vinculado a procesos por blanqueo de capitales en India, la compañía fue asumida por Manpreet Ratia, su nuevo CEO. Su llegada supuso revisar a fondo las cuentas y los procesos internos, destapando aún más irregularidades y confirmando la magnitud de la ficción creada por la anterior dirección.
Entre los hechos llamativos, destaca el despido masivo que dejó a más de mil empleados sin trabajo y la revelación de prácticas sistemáticas para maquillar resultados y atraer inversores. La denuncia inicial de 2019, donde un exempleado aseguraba que Natasha era “una cortina de humo”, gana ahora aún más peso.
¿Es Builder.ai un caso aislado? Nada de eso. Su caída recuerda a escándalos tan sonados como el de Theranos, donde Elizabeth Holmes fue a prisión por prometer análisis clínicos “mágicos” sin una tecnología válida; el de Nikola Corporation, donde los prototipos de camiones de hidrógeno no tenían motor real y solo rodaban cuesta abajo; o el de la plataforma FTX, donde Sam Bankman-Fried empleó fondos de clientes de manera fraudulenta y acabó condenado por lavado de dinero.
Estos casos se parecen en tres puntos clave: promesas imposibles de validar, proyectos cuidadosamente presentados como revolucionarios y ausencia de controles reales sobre las operaciones. En los tres, la combinación de presión inversora y obsesión por la disrupción tecnológica permitió que la magnitud del engaño creciera sin freno.
¿Puede volver a ocurrir un escándalo así? Sí, y la razón es sencilla: la fascinación por la inteligencia artificial y la presión por invertir rápido crean el caldo de cultivo perfecto para que surjan nuevas “Natashas” disfrazadas de automatización total.
Sin controles externos, las empresas pueden inflar ingresos, falsear contratos y simular tecnología. Y tú, como cliente, inversor o usuario, puedes quedarte sin la garantía de que la innovación que te venden sea real. El “caso Builder.ai” va a servir de referencia para reforzar auditorías, exigir transparencia y evitar que la fiebre por la disrupción tecnológica tapone fraudes a escala global.
La historia revela cómo la presión inversora y la obsesión por la innovación a cualquier precio pueden generar fraudes, despidos masivos y deudas millonarias. Casos como el de Theranos o FTX demuestran que la industria tecnológica no es inmune a engaños a gran escala, y destacan la importancia de controles y transparencia para proteger tanto a inversores como a usuarios ante nuevas promesas de automatización o inteligencia artificial.
Me dedico al SEO y la monetización con proyectos propios desde 2019. Un friki de las nuevas tecnologías desde que tengo uso de razón.
Estoy loco por la Inteligencia Artificial y la automatización.