Cuando abres ChatGPT en el ordenador o Gemini en el móvil, lo normal es que pienses en atajos, ideas rápidas o ayuda con tareas. Lo que casi nunca se ve es todo lo que hay detrás para que esa inteligencia artificial generativa responda al momento. Hablamos de enormes centros de datos, un uso brutal de agua y luz, y un impacto real sobre la salud de miles de personas.
En los últimos años, la IA generativa ha pasado de ser una curiosidad para frikis de la tecnología a una herramienta diaria para estudiar, trabajar o simplemente pasar el rato. Mientras tú escribes una pregunta inocente, en algunos lugares del mundo hay gente que bebe agua contaminada, sufre abortos y vive rodeada de cáncer vinculados al “precio real” de esa nube.
Si te fijas, la IA generativa que más usas seguramente es la de texto, porque te permite hacer casi de todo: plantear preguntas, lanzar órdenes claras o pedir que genere código de programación. Este tipo de IA se adapta muy bien al navegador y al móvil, y por eso se ha convertido en la puerta de entrada para millones de usuarios en todo el mundo.
Junto a los modelos de texto, están creciendo con mucha fuerza las IAs generativas de imágenes, vídeo y música. Todo esto es posible porque hay cada vez más inversión y recursos dedicados a entrenar modelos gigantescos, que necesitan almacenar, procesar y servir cantidades enormes de datos en la nube.
En este panorama, empresas como OpenAI han destacado con productos estrella como ChatGPT, que se ha convertido en la referencia mundial de IA generativa. Alrededor, las grandes tecnológicas tradicionales han visto un negocio enorme y se han lanzado con fuerza a este campo. Meta, Amazon, Google y Microsoft compiten por ofrecer los servicios en la nube más potentes para entrenar y ejecutar estos modelos.
Una de las grandes ausentes en esta carrera ha sido Apple, que va con retraso en el desarrollo y despliegue de su propia inteligencia artificial generativa. Mientras tanto, Amazon se posiciona sobre todo desde el lado de la infraestructura, con sus centros de datos de AWS, que son la base para que muchas otras empresas puedan entrenar y usar IA generativa sin tener que montar sus propios servidores.
También te puede interesar:Amazon lanza guías de compra impulsadas por IA para mejorar la experiencia del usuarioDetrás de cada conversación con un chatbot, de cada imagen generada o de cada vídeo creado por IA, hay una enorme cantidad de cálculo informático. La inteligencia artificial generativa no “vive” en tu móvil, sino en gigantescos centros de datos repartidos por el mundo. Estos edificios albergan miles de servidores que se calientan muchísimo mientras procesan tus peticiones.
Para que esos servidores no se quemen, los centros de datos necesitan sistemas de refrigeración intensiva, que consumen una cantidad descomunal de agua y energía eléctrica. Rara vez se habla de que el auge de la IA y de los servicios en la nube está disparando el número y el tamaño de estos centros, con impactos ambientales y sanitarios muy serios que ya se ven en algunos lugares concretos del planeta.
Un ejemplo muy claro de las caras ocultas de la nube de IA es el condado de Morrow, al este de Oregón (Estados Unidos). Allí viven unas 45.000 personas, y cerca del 40 % de los residentes está por debajo del umbral de pobreza, dependiendo sobre todo del agua de pozos para beber y para el uso diario. Esa agua es su recurso básico, y no tienen muchas alternativas.
En los últimos años, en esta zona se han instalado varios centros de datos, entre ellos algunos de Amazon, que dan soporte a servicios de nube e inteligencia artificial. En paralelo a esa expansión, se han detectado afecciones médicas inusuales, con casos raros de cáncer y un número preocupante de abortos espontáneos. Muchos vecinos no entendían qué estaba pasando, hasta que empezaron a salir datos muy concretos sobre la calidad del agua.
Un estudio realizado en el condado de Morrow analizó 70 pozos de agua potable que usan las familias de la zona. El resultado fue alarmante: 68 de esos pozos incumplían los límites legales de nitratos en el agua. Hablamos, básicamente, de que casi todo el suministro de agua subterránea que bebe la gente está contaminado por encima de lo que permiten las normas.
En algunas muestras se llegó a medir una concentración máxima de 73 ppm de nitratos (partes por millón). Para que te hagas una idea de la gravedad, el límite estatal está en 7 ppm y el límite federal en 10 ppm aproximadamente, así que esas muestras superan en más de diez veces el nivel aceptado por el estado y en unas siete veces el federal. La concentración media en el agua usada rondaba los 56 ppm, una cifra altísima.
También te puede interesar:Amazon se centra en la IA con un plan para invertir $100 mil millones para 2025Tras años bebiendo agua contaminada, muchas personas de Morrow empezaron a notar que algo no cuadraba con su salud. En una visita a 30 casas del condado, 25 residentes contaron que habían sufrido abortos espontáneos recientes. El número es llamativo y coincide con lo que se sabe de los efectos de los nitratos en el embarazo y en la salud reproductiva.
En ese mismo grupo de vecinos, 6 personas habían perdido un riñón y a una le tuvieron que extirpar la laringe por cáncer, pese a no haber fumado nunca. Estos casos no son simplemente anécdotas aisladas, sino que se suman a esa sensación general de que algo muy serio está pasando con el agua. La población, con pocos recursos económicos, se ve atrapada entre su dependencia de los pozos y la toxicidad que esos pozos están acumulando.
Aunque en la zona de Morrow hay centros de datos de varias empresas, muchos estudios y organizaciones locales señalan que la llegada y actividad de los centros de datos de Amazon han jugado un papel clave en el aumento de la contaminación por nitratos. Es importante aclarar que Amazon no emplea nitratos de forma directa para refrigerar sus centros, pero eso no significa que no influya en el problema.
Los centros de datos de Amazon y otros servicios de IA generativa extraen cada año decenas de millones de galones de agua del acuífero de la cuenca baja del Umatilla. Un galón equivale a unos 3,78 litros, así que hablamos de volúmenes realmente enormes. Esa agua se usa para refrigerar los servidores que sostienen la nube y la inteligencia artificial que tú usas en tu día a día.
¿Qué pasa con el agua una vez se ha usado para refrigerar la infraestructura de IA generativa? En Morrow, el agua que sale de los centros de datos acaba canalizada al sistema de aguas residuales del puerto local. Esa agua residual, ya cargada con nitratos procedentes de otros usos y procesos, no se limpia por completo antes de su siguiente destino.
Las autoridades bombean esas aguas residuales y las emplean para el riego en las granjas de Morrow. El suelo de la zona es bastante poroso y no logra absorber todos los nitratos del agua de riego. Como resultado, una parte significativa de esos compuestos se filtra otra vez hacia el acuífero, el mismo del que dependen tanto la población como los propios centros de datos para obtener agua.
Aquí es donde se forma un ciclo de retroalimentación negativa realmente preocupante. El acuífero ya está contaminado con nitratos, pero los centros de datos vuelven a extraer de ahí agua para refrigerarse, y una parte de esa agua, mezclada con otras fuentes cargadas de nitratos, termina de nuevo en el sistema de riego. Cada vuelta en el ciclo hace que la concentración de nitratos suba todavía más, hasta promedios de cerca de 56 ppm, muy por encima de los límites legales.
La explosión de la IA generativa y de los servicios en la nube impulsa la expansión de centros de datos en muchos países distintos. Cada nuevo complejo necesita grandes cantidades de energía y agua, y no siempre se instalan en zonas con controles ambientales fuertes. Si la combinación de acuíferos vulnerables, agricultura intensiva y centros de datos se repite, el “modelo Morrow” puede aparecer en otros lugares.
Muchas veces los debates públicos sobre IA se centran solo en la privacidad de los datos, en los puestos de trabajo o en el uso escolar de los chatbots. Se habla poco del agua que se gasta, de los nitratos que se acumulan o de los riesgos de cáncer y abortos que ya se están viendo en comunidades pobres. La nube parece limpia, pero descarga sus impactos en territorios concretos.
Todo este contexto internacional también afecta a España. Amazon ha anunciado una inversión de 15.700 millones de euros en el país para construir más centros de datos de AWS. Estos centros dan soporte tanto a servicios en la nube tradicionales como a proyectos de inteligencia artificial generativa, desde modelos de texto hasta sistemas de análisis de datos a gran escala.
En la actualidad, ya existen tres centros de datos de AWS en Aragón, situados en El Burgo de Ebro, Villanueva de Gállego y el Parque Tecnológico de Walqa. Aunque se presenten como una oportunidad económica y de empleo, también traen consigo un aumento enorme del consumo eléctrico y del uso de agua, algo especialmente sensible en un contexto de sequía y preocupación por los recursos hídricos en España.
Para entender la magnitud del impacto, conviene comparar el consumo de estos centros de datos con el de la propia comunidad autónoma. El consumo eléctrico anual de Aragón ronda los 9.679 GWh/año, que ya es una cifra importante si piensas en hogares, industrias y servicios públicos de todo el territorio.
Los tres centros de datos de Amazon en Aragón consumen juntos aproximadamente 10.900 GWh/año, lo que significa que superan el consumo total de toda la comunidad. Es decir, solo tres instalaciones dedicadas a la nube y a la inteligencia artificial gastan más electricidad que todos los hogares, empresas y edificios públicos de Aragón en su conjunto. Este dato muestra hasta qué punto la infraestructura de IA generativa es intensiva en energía.
El otro gran recurso que entra en juego es el agua. Los mismos centros de datos de Amazon en Aragón tienen un consumo anual de 755.700 m³ de agua. Esa cantidad se destina en gran parte a la refrigeración de los servidores, igual que en el condado de Morrow, aunque los detalles técnicos locales puedan variar.
En un país como España, donde se habla tanto de sequías, restricciones de riego y embalses bajo mínimos, este tipo de cifras generan preocupación. La conversación pública sobre IA generativa casi nunca incluye el impacto hídrico de la nube. Si no se planifica bien dónde se instalan estos centros y cómo se gestiona su agua, se corre el riesgo de repetir patrones de deterioro ambiental similares a los vistos en Oregón.
Puede que pienses que, como usuario individual de IA generativa, no tienes margen de actuación frente a gigantes como Amazon, Google o Microsoft. Hay varias cosas que sí están en tu mano. Para empezar, puedes ser más consciente de cuándo necesitas de verdad un modelo de IA y cuándo estás usándolo por pura costumbre o comodidad extrema.
También puedes informarte sobre las políticas ambientales de los servicios que usas, apoyar regulaciones que limiten el impacto hídrico y energético de los centros de datos, y compartir estos datos con personas de tu entorno. Cada vez que normalizas este tipo de conversación, ayudas a que no se invisibilicen los problemas de lugares como Morrow mientras disfrutas de respuestas instantáneas en la pantalla.
La era de la inteligencia artificial generativa te da herramientas poderosas en el móvil y en el ordenador, pero esa comodidad tiene un precio real que pagan territorios concretos con su salud, su agua y su energía. Entender esta cara oculta de la nube es el primer paso para exigir una IA generativa que no se apoye en abortos, cáncer y agua tóxica, sino en una infraestructura realmente responsable.
Me dedico al SEO y la monetización con proyectos propios desde 2019. Un friki de las nuevas tecnologías desde que tengo uso de razón.
Estoy loco por la Inteligencia Artificial y la automatización.
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