La industria india del cine está metiendo IA a presión en su cadena de producción, desde guiones hasta doblaje y efectos, y lo hace por un motivo poco romántico: reducir costes sin renunciar a la escala. India produce más películas que nadie en el mundo, y esa maquinaria se sostiene con plazos imposibles, presupuestos ajustados y una obsesión constante por llegar a públicos gigantescos.
La IA ya no vive únicamente en la posproducción, donde era más fácil esconderla. Ahora se cuela en la escritura, en el casting digital, en el doblaje automatizado y hasta en el planning previo al rodaje. Lo que antes era un extra para pulir una película empieza a ser el motor para que la película exista.
Cada vez más directores utilizan herramientas de IA para agilizar procesos que antes exigían equipos enormes y semanas de trabajo. Ya no se trata solo de retocar un plano, sino de acelerar decisiones creativas clave. Hay casos en los que la IA permite sacar adelante proyectos que, sin estas herramientas, directamente no habrían llegado a rodarse.

Esto también cambia quién puede jugar en esta liga. Si antes necesitabas el respaldo de un estudio, ahora puedes intentar levantar un largometraje con un portátil, una buena idea y mucha paciencia afinando prompts. Se democratiza el acceso, pero al mismo tiempo la competencia se vuelve todavía más feroz.
El cineasta Vivek Anchalia utilizó ChatGPT y Midjourney para desarrollar su película Naisha, apostando por completar un largometraje con un presupuesto muy reducido gracias a la generación de elementos visuales con IA. En lugar de depender de un gran estudio para conseguir recursos, usó el software como un multiplicador creativo para avanzar en diseño, escenarios e iteraciones.
Aquí aparece una trampa conocida: lo barato en dinero puede salir caro en horas. La IA acelera procesos, pero también obliga a aprender un nuevo oficio basado en iterar, seleccionar y corregir. Aun así, Anchalia defiende la tecnología porque le permite contar su historia con menos peajes industriales, una lógica muy potente en un ecosistema tan competitivo como el indio.
También te puede interesar:OpenAI Presenta un Agente para Investigación ProfundaEn las producciones de gran presupuesto es donde la IA se vuelve más atractiva y más polémica. Ya se utiliza para rejuvenecer actores, recrear escenas complejas y acelerar efectos visuales que antes eran una pesadilla de calendario. No se trata solo de hacerlo más vistoso, sino de hacerlo viable dentro de los tiempos y costes de un estreno masivo.

El doblaje automatizado añade otra capa clave en India. En un país con decenas de lenguas oficiales, adaptar una película a múltiples idiomas es central para el negocio. La IA promete doblajes más rápidos, más consistentes y mucho más baratos.
El problema es que doblar no es solo traducir palabras, sino transmitir intención, ritmo y referencias culturales, y ahí la automatización todavía suena algo plástica. Aun así, pasar de un modelo cien por cien artesanal a uno híbrido puede suponer un ahorro enorme.
Otra transformación menos visible, pero estratégica, ocurre antes de grabar un solo plano. Algunos directores ya usan IA para visualizar escenas, probar encuadres y anticipar efectos visuales. Es un sistema de previsualización más rápido, barato y altamente iterativo.
Llegar al set con decisiones ya masticadas reduce errores que luego se convierten en retrasos y facturas en posproducción. El riesgo es estético: si todos usan herramientas parecidas, aumenta la posibilidad de que las películas se parezcan entre sí.
La tecnología también se está usando para restaurar películas antiguas, mejorando imagen y sonido sin demasiada fricción. Limpiar ruido, reconstruir fotogramas, estabilizar o aumentar definición eran tareas lentísimas que ahora se automatizan con bastante eficacia.
También te puede interesar:¿La IA nos Hace Más tontos?: El MIT Revela el Impacto Oculto de la IA en el AprendizajeIncluso aquí hay decisiones editoriales delicadas. Mejorar sin alterar es una línea fina, y en cine esa frontera importa más de lo que parece.
La adopción acelerada levanta tensión dentro del sector. Muchos profesionales temen la sustitución de empleos creativos o una banalización del trabajo artístico. Las dudas legales se disparan con la imagen y la voz de actores, especialmente cuando se trata de intérpretes fallecidos, donde la tecnología va claramente por delante de la ética.
Incluso cuando hay permisos, queda la pregunta incómoda sobre quién cobra por una interpretación sintética. A esto se suma una crítica recurrente: los sistemas actuales pueden imitar estilos visuales con solvencia, pero les cuesta capturar matices culturales y emocionales propios del contexto indio. Por eso muchos lo resumen con una frase clara: la IA puede imitar, pero no comprender.
Nada de esto frena la adopción. La historia tecnológica suele repetirse: primero llega la herramienta, luego la regulación y después el aprendizaje colectivo. El consenso, incluso entre los críticos, es que la IA ha llegado para quedarse en el cine indio, no tanto como reemplazo del creador, sino como una palanca para hacer más con menos.
La gran incógnita es si el público notará (o le importará) dónde acaba la mano humana y dónde empieza el modelo. Ahí se decidirá si esta ola amplía el cine o si lo uniforma.
Me dedico al SEO y la monetización con proyectos propios desde 2019. Un friki de las nuevas tecnologías desde que tengo uso de razón.
Estoy loco por la Inteligencia Artificial y la automatización.