Sam Altman, CEO de OpenAI, ha puesto fecha y método a una idea que suena ambiciosa y muy concreta: que la inteligencia artificial pase de asistente a motor de curas médicas. En un horizonte cercano, habla de 2035. El detalle que falta, y que cambia el juego, es cómo un modelo como GPT-8 sería capaz de trabajar con el mundo físico sin perder rigor.
Altman expone esta visión en un podcast reciente con la periodista Cleo Abram, y la sitúa en un ciclo de avances acelerados que ya notas en tu día a día con ChatGPT. La clave temporal es doble: una posible contribución decisiva de GPT-8 en 2035 y un primer gran hallazgo científico hecho por una IA antes de 2027. Falta ver qué piezas encajan primero.
Altman describe que GPT-8 analizaría todo lo publicado sobre un tipo de cáncer concreto, desde papers hasta bases clínicas. Con ese mapa, el sistema diseñaría experimentos que tú, como técnico de laboratorio, podrías ejecutar con material estándar. La IA no tocaría pipetas, pero sí propondría el plan, instrucción por instrucción, y evaluaría cada resultado que vayas subiendo.
Tras cada tanda, GPT-8 iteraría: pediría ajustar dosis, cambiaría variables y sugeriría nuevas pruebas, como la síntesis de moléculas o ensayos en animales y, con garantías, en humanos. La trampa está en que el salto de la placa al paciente es el más duro. Para eso, el sistema también podría guiar el camino regulatorio ante autoridades como la FDA, documentando riesgos y evidencias.
Altman prevé que, para 2035, la IA cure o al menos trate un número significativo de enfermedades que hoy te parecen intratables. No se trata solo de mejor atención, sino de un deseo más simple y potente: "La gente no quiere solo mejor atención, quiere vivir sin enfermedades". Ese anhelo pone presión, y también foco, al plan.
La base no nace de cero. Según Altman, GPT-5 ya rinde claramente mejor en consultas de salud, y una gran fracción de las preguntas a ChatGPT va de síntomas, pruebas y tratamientos. Se han documentado casos en los que usuarios detectaron enfermedades raras gracias a descripciones detalladas que la app hiló con precisión. No sustituye a tu médico, ni hoy ni mañana.
También te puede interesar:El Impactante Despido de Sam Altman: ¿Qué Ocurrió Realmente en OpenAI?Para situarte, el flujo de trabajo que plantea Altman cabe en tres movimientos repetidos, con control humano y validación externa. Si lo comparamos con la app del móvil, la diferencia es que aquí hay experimentos reales y pacientes de por medio.
Lo nuevo no es automatizar, sino que la IA plantee las preguntas correctas y trace rutas hacia el descubrimiento. Ahí es donde GPT-8 aspira a marcar la diferencia.
¿De dónde salen estos detalles? La descripción procede de la conversación pública de Altman con Cleo Abram, y coincide con experiencias recogidas en prensa especializada sobre diagnósticos raros apoyados por ChatGPT. Hemos verificado fechas y promesas con la entrevista y con el calendario citado por el propio Altman: antes de 2027 para un hallazgo, y 2035 como objetivo ambicioso.
Si ves modelos que plantean hipótesis nuevas y replicables, no solo respuestas elegantes, vamos en la dirección prometida. También será señal que laboratorios integren IA con robótica de “wet lab”, que aparezcan ensayos preclínicos diseñados por IA con resultados publicados, y que los reguladores lancen pilotos específicos. Si eso ocurre antes de 2027, prepárate para más velocidad.
Altman sostiene que los modelos están aprendiendo a descubrir y a formular hipótesis como lo harías tú, con menos sesgo y más memoria. Su objetivo declarado es construir una superinteligencia que supere a los humanos en casi todo, también en investigación en IA. Con todo, recuerda un límite obvio: la validación clínica lleva tiempos éticos y estadísticos que ninguna prisa puede saltarse.
Por eso, Altman insiste en que te familiarices cuanto antes con estas herramientas. La humanidad, dice, se adapta rápido a grandes cambios, y esta vez conviene aprender a usarlas para que la próxima capa de progreso humano sume y no excluya. El laboratorio será mixto: máquina y persona.
Queda camino, pero la dirección está clara: si GPT-5 mejora consultas de salud y una futura GPT-8 coordina experimentos, regula y aprende de cada ciclo, vas a poder imaginar curas concretas, no solo papers brillantes.
Entre el posible descubrimiento antes de 2027 y la meta de 2035, las señales dirán cuánto hay de visión y cuánto ya es práctica. Mantén el ojo en GPT-8 y en cómo pisa el terreno clínico real.
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