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Por Qué OpenAI Instala Motores de Boeing 747 en sus Granjas de Datos de IA

 | diciembre 31, 2025 05:45

El diésel está volviendo a la nube, y no como plan de emergencia, sino como suministro principal para centros de datos de IA. La cifra que lo delata es contundente: 39 GW ya vendidos por Cummins para alimentar infraestructuras que entrenan y sirven modelos a escala, una señal clara de hasta qué punto la demanda energética se ha desbordado.

La razón de fondo es simple pero incómoda. La IA avanza en ciclos de meses, mientras que la electricidad lo hace en décadas. Un modelo se reentrena, se optimiza o se despliega en un nuevo clúster de un trimestre a otro, pero los permisos para conectarse a la red eléctrica pueden tardar hasta diez años en algunas regiones.

Cuando tu negocio depende de que la inferencia no se caiga, esperar una década deja de ser una opción realista. Por eso la industria está activando su “Plan B”: saltarse la red y fabricar energía in situ, literalmente pegada al centro de datos. Microcentrales privadas, generadores que antes eran respaldo y turbinas que suenan más a aviación que a cloud forman ahora parte del paisaje.

Sam Altman no pidió billetes: pidió vatios, y eso lo dice todo

La anécdota recogida por el Financial Times es demasiado simbólica como para ignorarla. Blake Scholl, CEO de Boom Supersonic, contaba que su plan original era desarrollar primero un avión supersónico y, bastante después, reutilizar su tecnología de motores para generar energía.

Sam Altman no pidió billetes: pidió vatios, y eso lo dice todo

Ese orden saltó por los aires tras una llamada de Sam Altman. No le pidió vuelos ni prototipos futuristas, sino potencia eléctrica, con una urgencia casi de “modo guerra”. El mensaje era claro: el cuello de botella ya no es el algoritmo ni el chip, es el enchufe.

A esto se suma una realidad incómoda para todo el sector. La infraestructura física —subestaciones, líneas, permisos e interconexión— no escala al ritmo de la IA, y esa fricción está forzando decisiones que hace unos años habrían parecido impensables.

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El plan de “generar tu propia energía” sale caro y ensucia más

Este giro tiene factura, y no solo económica. Analistas de BNP Paribas estiman que la energía de una planta de gas construida para Meta en Ohio ronda los 175 dólares por MWh, casi el doble del coste medio para un cliente industrial típico.

Sin embargo, cuando el coste de quedarte sin capacidad de cómputo se mide en contratos perdidos, latencia disparada o cuota de mercado, pagar más por MWh se convierte en el mal menor. El otro peaje es ambiental. Mark Dyson, del Rocky Mountain Institute, advierte que las emisiones de estas plantas in situ pueden ser peores que las de la red general, que mezcla gas más eficiente con renovables.

La presión es tan fuerte que incluso los reguladores empiezan a aflojar. En Virginia, uno de los grandes polos mundiales de centros de datos, se está considerando flexibilizar normas de emisiones para que los generadores funcionen más tiempo. Al mismo tiempo, centrales que iban a cerrar están encontrando una segunda vida: plantas contaminantes en retirada, como Fisk en Chicago, han cancelado su cierre para cubrir la demanda energética ligada a la IA.

La solución más “Black Mirror”: turbinas de avión reconvertidas en centrales

Hace unos años habría sonado a chiste, pero el boom de los LLM está rescatando tecnología pensada para Boeing 747. ProEnergy está comprando núcleos de motores CF6-80C2 para reconstruirlos como unidades de potencia terrestre, transformando empuje aéreo en megavatios para racks de GPUs.

La solución más “Black Mirror”: turbinas de avión reconvertidas en centrales

Cada turbina puede generar hasta 48 MW, una cifra equivalente al consumo de una ciudad de unas 40.000 viviendas. La comparación se queda corta cuando hablamos de centros de datos que devoran decenas de megavatios durante el entrenamiento o la inferencia a gran escala.

Esta tecnología ya está entrando en proyectos de primer nivel. GE Vernova suministra turbinas aeroderivadas para Stargate, el gran centro de datos en Texas asociado a OpenAI y Microsoft. En este contexto, la ingeniería se vuelve creativa: Blake Scholl confirmó que venderá a Crusoe turbinas prácticamente idénticas a las de sus futuros aviones supersónicos para financiar su proyecto aeronáutico.

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La IA no solo absorbe electricidad; también reordena industrias enteras y sus prioridades.

Cummins y el retorno del diésel como energía primaria (sí, primaria)

Lo del diésel no es una anécdota puntual, sino una tendencia con números detrás. Cummins ha vendido ya 39 GW de capacidad a centros de datos y ha duplicado su capacidad este año. Lo que antes era un generador pensado para apagones se está comprando como fuente estable de continuidad operativa.

La paradoja técnica es evidente. Para sostener el software más avanzado del planeta, estamos resucitando motores de combustión y quemando fósiles a gran escala. La escalada ha llegado incluso al Gobierno de Estados Unidos: el secretario de Energía, Chris Wright, sugirió requisar generadores de respaldo de centros de datos o grandes superficies para volcar esa energía a la red en momentos críticos.

Cuando la demanda aprieta, hasta el “backup privado” pasa a verse como recurso nacional.

¿De verdad no hay alternativa? La solar “off-grid” intenta colarse

No todo el mundo acepta que el futuro de la IA sea gas y diésel como norma. Un estudio de investigadores de Stripe, Paces y Scale Microgrids defiende microrredes solares fuera de la red como una vía viable, con generación cercana al consumo y plazos de despliegue mucho más cortos.

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Sus cálculos indican que con un 44% de energía solar ya se iguala el coste del gas, y que con un 90% de renovables la rentabilidad superaría incluso a proyectos nucleares. La ventaja clave es el tiempo: granjas solares levantadas en menos de dos años en zonas desérticas de Texas o Arizona.

Google parece haber tomado nota al comprar la eléctrica Intersect Power por 4.750 millones de dólares, buscando asegurar suministro limpio y reducir dependencia de la red. Aun así, la mayoría del sector sigue apostando por diésel y gas por inercia técnica y miedo a la intermitencia. Nadie quiere que la nube se apague porque hoy está nublado.

Estas turbinas puente y generadores reciclados de emergencia están permitiendo que la IA crezca ahora, no dentro de diez años. Algunos expertos advierten que la fiebre puede enfriarse si los gigantes recortan capex, porque todo este despliegue es carísimo.

El futuro de la IA no depende solo del código, sino de quién controla el suelo, el gas, los permisos y, sobre todo, los enchufes. Falta ver si este parche fósil acaba siendo una transición… o se convierte en costumbre.

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