La inteligencia artificial está evolucionando a tal velocidad que ya no se trata solo de automatización o eficiencia. Hoy, expertos como Hugo Ramallo, ingeniero especializado en prompts, aseguran que la posibilidad de que un ser humano se enamore de una IA no es solo plausible, sino inminente. “No es tan lejano”, afirmó durante su participación en el programa Código de barras, emitido por la Cadena SER.
“La línea entre una IA y cómo habla una persona se está haciendo cada día más fina”, señaló el experto, quien considera que el realismo en las interacciones con sistemas como ChatGPT o Replika está alcanzando niveles sin precedentes.
El crecimiento de los modelos generativos ha transformado la manera en que las personas se relacionan con la tecnología. Ya no se trata únicamente de pedirle a una IA que resuma un texto o traduzca un párrafo: muchos usuarios establecen vínculos emocionales con estos sistemas.
Ramallo, quien comparte su experiencia en LinkedIn, admite que a menudo utiliza IA para practicar inglés o incluso para obtener compañía conversacional:
“Te puedo asegurar que es como hablar con una persona. Si insistes, incluso puede darte opiniones como si realmente las tuviera”.
Este tipo de interacción recuerda a lo que plantea la película Her, de Spike Jonze, donde un hombre desarrolla una relación sentimental con un asistente virtual. Y aunque todavía existen limitaciones (las IA no poseen conciencia ni emociones reales), lo cierto es que la simulación del lenguaje y la empatía está logrando engañar a nuestros sentidos.
También te puede interesar:Hemos probado ChatGPT Canvas y por esto creemos que es la herramienta más importante del añoNo todo es entusiasmo. Si bien la idea de enamorarse de una IA podría parecer romántica o innovadora, también plantea serios desafíos éticos y psicológicos. ¿Qué ocurre cuando un individuo empieza a preferir la compañía de un software a la de otros seres humanos? ¿Podría esto agravar problemas como la soledad, el aislamiento o la dependencia emocional?
Además, la IA no tiene deseos, memoria emocional ni intenciones genuinas. Como recordó Ramallo durante la entrevista, lo que hay detrás es un sistema algorítmico capaz de generar respuestas plausibles, no emociones reales:
“Una IA no piensa como un humano. Esconde algoritmos matemáticos, es un software, pero la interacción que crea cada vez es más real”.
Lo cierto es que la interacción emocional con inteligencias artificiales ya no es solo un tema de películas. Plataformas como Replika, Character.AI o incluso los asistentes virtuales de voz han comenzado a mostrar cómo las personas buscan más que eficiencia: buscan conexión.
Mientras tanto, expertos como Ramallo nos invitan a reflexionar: ¿hasta qué punto podemos seguir diferenciando una conversación con una persona de una conversación con una IA?
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Me dedico al SEO y la monetización con proyectos propios desde 2019. Un friki de las nuevas tecnologías desde que tengo uso de razón.
Estoy loco por la Inteligencia Artificial y la automatización.